Apenas dos años después de que
Jonathan Liebesman dirigiera, de la mano del productor Michael Bay, Ninja Turtles, la nueva adaptación al
cine de los populares personajes reinventados por Nickelodeon, cosechando (como
viene siendo habitual en este tipo de superproducciones; véase este mismo año Batman v. Superman o Warcraft) un gran éxito de taquilla pero
unas críticas atroces, llega la lógica secuela con cambio de cromos en la silla
de director. En este caso es el desconocido Dave Green quien toma las riendas
de la producción y, aunque no consigue despojarse de la alargada mano de papá
Bay, la cosa logra mejorar un poquito.

No es Ninja Turtles: Fuera de las sombras una buena película, pero al
menos sí parece no ser tan pretensiosa como su antecesora y, consciente de que
no puede aspirar a más que a entretenimiento pasajero, se limita a divertir con
unos personajes más trabajados y cuyas personalidades tienen algo más de
empaque que en la primera peli de la saga. Esto permite que, al menos, la
película resulte distraída y que las imposibles escenas de acción funcionen
algo mejor. Y lo mismo sucede con los secundarios humanos, donde la presencia
de Stephen Amell, mucho menos acartonado que en su rancio papel de Oliver Queen
de Arrow, ayuda a ampliar el universo
de ficción con un personaje que se insinúa potente para futuras entregas.
Incluso la prácticamente desaparecida Megan Fox (una muchacha que nunca me
aportó nada desde que se hiciera más o menos popular en la inefable Transformers) parece mejorar levemente
sus registros. Sigue siendo una actriz mediocre, pero al menos parece
intuírsele algo más de carisma que en cualquier otro ejemplo de su marchita
filmografía.

El secreto consiste en
olvidarse de que estamos ante una película de acción y aceptarla como lo que
realmente es, una comedia. Así, las interacciones entre las tortugas nos
funcionarán perfectamente y la película se podrá disfrutar como una propuesta palomitera
de verano, deleitándonos con algunos hallazgos visuales como la presencia de
Bebop y Rocksteady y, sobretodo, ese impresionante y grotesco Krang, que seguro
hará las delicias de los fans del comic. También la mayor interacción con los
humanos (dejando muy de lado a la rata Splinter) ayuda a implicarse en la
historia, por más que lo de Tyler Perry sea de vergüenza ajena y Laura Linney
solo preste su nombre y poco más. Es así como podremos disfrutar de una
película pretendidamente absurda, con un amenazante villano rodeado de los
secuaces más ridículos y estúpidos vistos en años y un cuarteto protagonista
que funciona de maravilla como equipo de superhéroes a la par que como familia,
con las dificultades que ello conlleva.
La película no ofrece mucho
más, pero es que tampoco aspira a ello. Por eso es de agradecerle, al menos, su
sinceridad en la propuesta.
Valoración: Cinco sobre diez.
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