jueves, 30 de enero de 2020

EL OFICIAL Y EL ESPÍA

Tener entre nosotros una película de Roman Polanski siempre es una buena noticia, y más desde que su obligado retiro europeo le haya conferido más libertad a la hora de abordar sus historias.
El oficial y el espía es una nueva versión del caso Dreyfus, en el que un militar de origen judío es acusado de alta traición sin pruebas concluyentes de ello. Cuando un oficial inicialmente con rasgos antisemita se empeña en descubrir la verdad sale a la luz un escandaloso secreto que revolucionó a la Francia de finales del siglo XVII.
Aunque pueda acusarse a Polanski de mantener una puesta en escena algo simple, escenas tan potentes como el despojo de condecoraciones de Dreyfus con la que se abre el film ya bastan para reconocer la pericia del director, que convierte el retrato histórico casi en un thriller judicial poniendo los focos sobre el coronel Georges Picquart en lugar de, como se había hecho anteriormente en cine, en el periodista y escritor Émile Zola, autor del famoso manifiesto J’accuse.
Además, se puede buscar una doble lectura en la película y pensar que Polanski trata de hablar sobre sí mismo, comparándose con el injustamente marginado Dreyfus, haciendo un símil entre el suceso y su propia leyenda, cosa que no ha sido del agrado del público francés.
Más allá de alegatos de segundas intenciones, la película sirve como metáfora de lo influenciables que pueden ser las masas y cómo una mentira muchas veces repetida se empieza a parecer a una verdad, algo que la equipara con el Richard Jewell de Eastwood, ejercicio comparativo curioso si tenemos en cuenta la diferencia de épocas que hay entre ellas.
Como sea, prescindiendo de interpretaciones personales de cada cual, El oficial y el espía es una muy buena película, intensa, emocionante y, por momentos, perturbadora.

Valoración: Siete sobre diez.

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