sábado, 9 de enero de 2021

Cine: LA ÚLTIMA GRAN ESTAFA

George Gallo es un guionista más o menos conocido cuyo mayor tiempo de gloria fue la concepción de Dos policías rebeldes que, en cierto momento, decidió pasarse a la dirección, faceta en la que lo más destacable que ha conseguido es Mi novio es un ladrón, una de esas películas que no sabían aprovechar el potencial de Antonio Banderas y con una Meg Ryan en sus horas más bajas.

Ahora aúna ambas labores en La última gran estafa, una de esas películas de «cine dentro del cine» que podría funcionar como escaparate de la industria de Hollywood si no fuese todo tan plano y superficial como para no revelar nada nuevo.

Basada en una olvidada película de 1982, la trama fuera alrededor de un productor de serie B de mala muerte, ahogado por las deudas y las malas decisiones, que decide confeccionar un macabro engaño: fingir que está realizando una película supuestamente de nivel con una estrella veterana con el propósito de que esta fallezca durante el rodaje y cobrar por ello el dinero del seguro.

Esto de pie a una serie de situaciones absurdas, algunas con un humor más propio del cartoon, y diálogos divertidos pero algo menos punzantes de lo que me gustaría, que confieren a la película el título de entretenida, aunque por desgracia no parece querer aspirar a mucho más. Es entonces cuando vale la pena recurrir a sus actores, ya que cuenta con un reparto de esos cargados de viejas glorias que están ya de vuelta de todo y lo único que pretenden es pasárselo bomba entre ellos. Robert De Niro, Morgan Freeman y Tommy Lee Jones son motivo suficiente para justificar el precio de la entrada y aportan el carisma necesario como para subir un par de puntos el resultado final del filme.

Al final, esto es como una fiesta en el geriátrico, algo al estilo Plan en Las Vegas (donde ya coincidían los dos primeros), un pasatiempo en el que el trabajo de estos tres monstruos de la interpretación es lo mejor (incluso aunque les baste con actuar con el piloto automático), donde se notan unas ligeras pretensiones por parte de Gallo de buscar una profundidad que rechinan un poco, debiendo haber apostado mejor por un humor más loco como, por ejemplo, el de En guerra con mi abuelo, también con De Niro, y todavía en cartelera.

Una mención especial por ese tráiler postcréditos de una de las supuestas producciones del protagonista, Monjas asesinas, que bien podrían haber firmado Rodriguez y Tarantino para su Grindhouse, aunque funciona también como homenaje (seguramente involuntario) para cierto vídeo juego de Hitman.

 

Valoración: Seis sobre diez

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