miércoles, 20 de noviembre de 2013

BLUE JASMINE (8d10)

Aunque uno suele relacionar la palabra blue con el color azul, Blue Jasmine puede traducirse como Triste Jasmine. Y así es la nueva película de Woody Allen, triste.
Existe el debate sobre si Woody Allen ha vuelto o si nunca se había ido, pero lo cierto es que la ración anual del director neoyorquino recuerda mucho a sus piezas más clásicas, presentando una notable mejoría con respecto a sus trabajos de los últimos años, tales como Si la cosa funciona, Vicky Cristina Barcelona, Todo lo demás, Conocerás al hombre de tus sueños o A Roma con amor, todas ellas decepcionantes si tenemos en cuenta el historial de Allen. No es cuestión de resucitar a nadie ni devolverlo a los altares, pues es evidente que no estamos ante una película a la altura de Manhattan, Annie Hall o Maridos y mujeres, pero no nos engañemos, ese Allen nunca volverá lo mismo que nunca volverá el Coppola de El Padrino o el Spielberg de La lista de Schindler o los primeros Indiana Jones, y es que cuando un artista llega a lo más alto deja de competir contra otros directores, sino contra su propia y alargada sombra. Y esa lucha suele ser cruel.
Como cruel es esta película que si bien provoca en no pocas ocasiones la sonrisa lo cierto es que oculta un mensaje amargo, con uno de los personajes más maltratados por Allen en toda su filmografía, al que no concede un ápice de compasión.
Alternando presente y pasado con constantes flashbacks, Blue Jasmine explica por un lado como Jasmine viaja a San Francisco para rehacer su vida junto a su hermana adoptiva mientras por otro lado descubriremos cómo ha pasado de ser una dama de la alta sociedad neoyorquina a estar completamente arruinada por culpa de los negocios sucios de su marido.
Siempre se ha acusado a Allen de que a medida que su prestigio (y cuenta corriente) crecía lo hacía también la condición social de sus protagonistas, estando cómodo hablando de personajes con alma de bohemios pero residentes en lujosos lofts, habituales de galerías de arte y expertos en vinos y restaurantes caros. Ahora, sin embargo, afronta el descenso a los infiernos de Jasmine con un eficiente retrato de la clase obrera, mucho más terrenal que el ambiente donde se mueve el personaje de Alec Baldwin. Jasmine hace méritos para ser despreciada por todos los que la rodean, pero como un cachorro herido termina provocando compasión mientras la vida la obsequia constantemente de segundas oportunidades que ella sóla se encarga de dilapidar.
Allen no pretende hablar de la crisis económica actual (aunque cualquier español que se acerque a la película tendrá en mente en varios momentos a la infanta Cristina), sino de la crisis emocional de alguien que lo ha tenido todo sin esfuerzo alguno y no es capaz de aceptar la perdida y evolucionar. Y no es sólo dinero lo que Jasmine pierde...
No es una película redonda, pero sí muy correcta, aunque Allen parezca desde hace un tiempo demasiado cansado para arriesgar con la cámara.
Y luego está Cate Blanchett.
Enorme, inconmensurable, esta actriz de origen australiano es sin duda la gran dama del cine actual, hipnótica ya sea interpretando a una elfa, a una reina o a la mismísima Kathetine Hepburn y que aquí está sencillamente magistral, con una de las mejores interpretaciones que recuerdo en mucho tiempo y que responde con generosidad al regalo envenenado que le entrega Allen haciéndola dueña y señora de la película.
Blue Jasmine es una película de Woody Allen, pero merece ser recordada como una película de Cate Blanchett. Ella pone el alma en su interpretación. Y Hollywood se lo recompensará en los próximos Oscars.

La nominación, como mínimo, es obligada.

2 comentarios:

  1. Una vez más estamos ante una muy buena película de Woody Allen y sobretodo una brillante actuación de Cate Blanchett. Al final cada uno optiene lo que se merece...

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  2. Cate Blanchett, una de las mejores actrices de su generación.

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