lunes, 13 de marzo de 2017

EL GUARDIÁN INVISIBLE, magnífica ambientación que no basta para seducir.

Me parecen tan ridículas las polémicas que están surgiendo recientemente en defensa de la bandera boicoteando cualquier producción cinematográfica que tenga un mínimo aroma antipatriótico que casi prefiero tomármelo a broma y anunciar esta película como: “de los haters que hundieron a La reina de España y los ignorantes que odiaron 1898, los últimos de Filipinas. Llega ahora El guardián invisible, spoiler ya disponible en todas sus redes sociales”.
Lo cierto es que dejando de banda los fundamentos en los que se basa el boicot (yo solo quiero ver cine), es posible que esta vez, por tratarse de una película de intriga y haberse difundido de forma grosera e irresponsable la identidad del asesino por doquier, esta vez sí hayan dañado a la taquilla de la película atacada, por más que basándose en una novela superventas es posible que muchos de sus espectadores ya conocieran de antemano el desenlace.
Dejando estas polémicas de lado, el caso es que El guardián invisible, tal y como sucediese con la anterior película de Fernando González Molina, Palmeras en la nieve, es un  film de una impecable factura técnica. Sin duda su ambientación es lo mejor de un thriller de carácter rural, incómodo y agobiante, con bosques densos y lluvias constantes que hereda el espíritu insano de cintas como El silencio de los corderos o Seven pero traídas a nuestro terreno. Lamentablemente, esto no es suficiente y algo falla en la película, no sé si debido al guion de Luiso Berdejo o a la propia novela de Dolores Redondo, que hace que uno se sienta a medio camino de lo que nos quiere contar.
El guardián invisible pretende ser una película clásica sobre un asesino en serie y la investigadora que lo persigue, pero se pierde cuando aspira a desarrollar en exceso la identidad de unos personajes que terminan por lastrar el ritmo narrativo. Los continuos flasbacks de la protagonista para conocer sus traumas de la infancia y por qué le resulta tan conflictivo regresar a investigar al pueblo en que nació no terminan de convencer, y al final uno se pregunta si González Molina pretende dar más importancia al misterio de los asesinatos o a las malas relaciones entre el personaje de Marta Etura y su hermana. Prueba de ello es que pese a contar con un buen reparto, solo Elvira Míguez logra destacar en su rol, habiendo nombres como Manolo Solo o la propia Etura que parecen estar muy por debajo de sus posibilidades.
Hay además, un elemento sobrenatural que parece ser una especie de denominador común en las novelas de Redondo que componen la llamada Trilogía del Baztán que tampoco termina de funcionar en pantalla, quizá debido a que demasiadas cosas, muchas subtramas, quedan en suspenso a la espera de unas necesarias (aunque no confirmadas) continuaciones.
Es por tanto El guardián invisible una película interesante pero decepcionante a la vez, que apunta maneras pero se queda a las puertas de ser ese thriller macabro al que aspira ser, no llegando a aburrir pero coqueteando con ello en demasiadas ocasiones. Puede que, de conseguirse hacer la trilogía, el resultado en conjunto haga mejorar este primer título, empresa algo arriesgada en nuestro cine, pero de momento, viendo El guardián invisible  de forma aislada, queda lejos de la magnificencia.
Puede que, después de todo, el pretendido boicot debiera ser estéril ya que, como sucediera en ese gran título que es La isla mínima, el descubrir la identidad del asesino no termine por ser lo más relevante del film. Pero González Molina no es Alberto Rodríguez y El guardián invisible precisa de un final menos precipitado y más intenso para funcionar mejor.
Tanta lluvia termina aguando el espectáculo, aunque sí merece que, al menos, demos una oportunidad a su presumible secuela. Veremos que se puede esperar de ella…

Valoración: Seis sobre diez.

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