Va
a parecer que tengo algún tipo de comisión por hablar sobre Netflix, pero no, os juro que no es así.
Si acaso, soy yo, como miles de abonados más, el que pago religiosamente cada
mes. Pero no lo puedo evitar. Es pensar en televisión y aparece Netflix.

Como
sea, ahí no radica el problema, sino en los que han aprovechado que el Pisuerga
pasa por Valladolid se han apuntado al carro de criticar a Netflix, convirtiéndolo en una especie de Anticristo para las salas
de cine. No son las palabras exactas de Almodóvar, pero por ahí iban. Menos mal
que luego Jessica Chastain puso un poco de cordura recordando que, al final,
muchas de esas supuestas películas de cines no llegan nunca a estrenarse en
cines (o lo hacen de manera ridícula). ¿Qué queréis que os diga? Yo siempre he
defendido que donde mejor se disfruta de una película es en la pantalla grande
de una sala de cine, pero sin gente como Scorsese tarda una eternidad en
conseguir que le financien una película y luego viene Netflix y pone la pasta dejándole además un amplio control
creativo, ¿encima les vamos a decir qué tienen que hacer luego con sus
películas?
Pero
no acaba ahí la cosa. Cuando Netflix
desembarcó en España, con su serie bandera (House
of cars) cedida a otro canal, su buque insignia era Daredevil, serie con la que se metía de lleno en el Universo
Televisivo Marvel. Y lo petó. Y continuó haciéndolo con Jessica Jones y la segunda temporada de Daredevil, aunque Luke Cage
y, sobre todo, Iron Fish fueron
bajando mucho el nivel. Ese mismo año, además, consiguieron que todo el mundo
hablara de Narcos, otro éxito sin
parangón. Y al año siguiente, cuando Westworld
(de la rival HBO) se suponía que iba a ser la gran serie del momento (y en cierto
modo lo fue, que tampoco es plan de quitar méritos a nadie), resulta que las
redes sociales se volvieron locas con Strangers
Things.
Este
año, Netflix ha empezado fuerte y dos
series suyas están en boca de todos.
La primera, Las chicas del cable, por ser su primera producción española y por
su impresionante campaña publicitaria que parece no tener fin. Ha sido la
ficción patria más comentada, y aunque luego la cosa no da para mucho, los resultados
no están siendo nada malos. La verdad, se podía sacar mucho más de una serie
que termina resultando simplona y de guion facilón y hasta algo caduco (al
final todo deriva en un folletín del montón), pero que tiene un elenco
(permitidme destacas sobre todo el apartado femenino) que se basta por si solo
para justificar su visionado y una ambientación (se nota donde hay dinero) que
resulta maravillosa. Los escenarios, el vestuario, la música… Todo un lujo para
los sentidos que consiguen que una serie del montón tenga un yo que sé que qué
se yo que a mí me ha terminado por enganchar. Y si encima sirve como toque
reivindicativo femenino, pues mejor que mejor.

