sábado, 26 de septiembre de 2020

Visto en Netflix: ORÍGENES SECRETOS

Nunca me cansaré de decirlo (y no cobro comisión, que conste; más bien la pago): desde que la pandemia ha obligado a cambiar las reglas del juego y poner en jaque a los cines Netflix se está erigiendo como la gran salvadora del cine español. Más que nada porque, independientemente de los beneficios que pueda aportar a las productoras (dato que desconozco), está permitiendo que películas condenadas a quedar sepultadas en una lista de espera aparentemente interminable puedan tener una visibilidad mayor incluso que la que le habría permitido un estreno en cines.

Es el caso, sin ir más lejos, de Orígenes secretos, película que merecería haberse podido disfrutar en pantalla grande pero que, de haber sido así (en circunstancias normales, me refiero), seguramente habría tenido que conformarse con un puñado de salas minoritarias con una campaña promocional más bien discreta.

Y es que, en cierto modo, la película de David Galán Galindo tiene algo de cine de autor (en el sentido más literal de la palabra), ya que el propio director se ha escrito el guion adaptando su propia novela. Todo queda en casa.

¿Y qué nos ofrece Orígenes secretos? Pues una mezcla impecablemente perfecta entre comedia e intriga con un argumento que no reniega de sus referentes (los llega a mencionar, incluso) y que se ve reflejada en la magnífica Seven, de David Fincher, para su punto de partida (el otro gran referente lo obviaré por no caer en el spoiler).

Un asesino en serie está aterrando Madrid, pero lo peculiar del caso es que cada muerte es una suerte de perfomance que parece imitar el nacimiento de algún superhéroe de comic. Para tratar de resolverlo, el detective de la policía David Valentín debe colaborar a su pesar con el hijo del anterior inspector, recién jubilado, un experto en la materia.

Así, tenemos una película de detectives, muy siniestra en algunos momentos, una buddy movie y una comedia que, en el fondo, sirve como vehículo para rendir tributo al mundo del noveno arte y que oculta en su interior centenares de guiños y referencias que, no obstante, no entorpecerán al espectador profano.

España nunca ha tratado bien a los superhéroes. La propia película lo critica en uno de sus diálogos: «mientras en Gran Bretaña escribían sobre el Rey Arturo, nosotros hacíamos el Quijote», y el cine es buena prueba de ello. Lo más digno que teníamos en la patria (y soy muy generoso con la palabra digno) era el SuperLópez perpetrado por Dani Rovira, pero David Galán Galindo pretende cambiar las cosas y dignificar la figura del héroe español, ya sea en la figura de un policía, un bombero o un tipo con capa y mallas.

Javier Rey y Antonio Resines no son Brad Pitt ni Morgan Freeman, y en algún momento pretenden parecerlo, pero la comparativa tiene un punto de acertada y la sombría ambientación que rodea los asesinatos son un eco perfecto y retorcido de la sombra de Fincher. Brays Efe, por su parte, es el representante de ese submundo cultural llamado (con un deje de desprecio por los profanos, pero con un toque de orgullo por los aficionados) frikismo. Es cierto que se le puede reprochar un exceso de cliché en el personaje, pero para eso está el papel interpretado por Verónica Echegui, que normaliza al aficionado al comic y los «muñequitos».

La gran virtud de la película es la de que, pese a tomarse muy en serio a sí misma, consigue ser muy divertida sin caer en el ridículo, resultando efectiva como comedia, como cine negro e incluso en su vertiente más dramática.

Invitando al aplauso con cada referencia oculta (algunas más que otras) y enriqueciéndose de un magnífico reparto, Orígenes secretos solo peca en una ligera falta de originalidad, casi calcando en concepto (que no en estilo) a los dos referentes ya mencionados, pero se le puede perdonar teniendo en cuenta lo magnífica que es en todo lo demás, aspirando a ser, a mi entender, de lo mejor del año en cine español.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

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