Al fin ha llegado Guardianes de la Galaxia, vol. 3 y las sensaciones no pueden ser mejores. Es cierto que ha atacado con una taquilla algo inferior al Volumen 2, pero esto bien puede deberse a causas externas, como que ciertos haters han iniciado movimientos porque no pueden digerir que el último éxito de Marvel esté orquestado por quien ya es el mandamás en DC o incluso al efecto dominó por las flojas sensaciones que los últimos estrenos de la casa de las ideas estaban provocando.
Como sea, la película está gustando merecidamente, ya
que el cierre del ciclo de James Gunn cumple con creces con las expectativas y
es tan divertida como emotiva, siendo también la que tenga más acción y épica
de las tres.
Esto debería suponer un respiro para Marvel que desde la apoteósica
culminación de la saga del Infinito se ha visto bombardeada por las críticas
(muchas de ellas totalmente merecidas) debido a la bajada de calidad e interés
de sus propuestas, aunque sospecho que el verdadero problema está en el exceso
de las mismas. Con las excepciones de
Spider-Man far from home y Dr. Strange
en el multiverso de la locura, ni siquiera Wakanda forever a convencido a todos por igual.
Se supone que la última aventura de Star Lord, Rocket,
Groot y compañía debería bastar para dejar a los fans con buen sabor de boca y
mirar al futuro con optimismo, pero a mi parecer está haciendo justo lo
contrario.
Guardianes de
la Galaxia, Vol. 3 es una gran
película, de acuerdo, y está dado a los fans todo lo que pedían, pero no deja
de ser una despedida, un nuevo cierre que invita a pensar que nunca más veremos
a este equipo junto, igual que no parece que vayamos a volver a ver al Iron Man
de Stark, al Capi de Rogers o a la Viuda Negra de Natascha. Tras una cuarta
fase centrada en el luto, esta quinta debía ser el relanzamiento definitivo
hacia Kang y las Secret Wars, pero seguimos en una sensación de duelo constante,
como si la película se encargara, más que nada, a recordarnos que cualquier
tiempo pasado fue mejor.
Si a esto sumamos que es también la despedida de Gunn,
nos encontramos con que los pocos autores con personalidad que han pasado por
el UCM son también cosa del recuerdo. Ojo, no soy de los mayores defensores de
Gunn (considero que con una libertad creativa máxima, como tiene en DC sus bromas dejan pronto de tener
gracia), pero hay que reconocer que sus películas tenían un sello que las
diferenciaban ligeramente de la cacareada fórmula Marvel. Ahora, sin los Russo
ni Wedhon, con Chloè Zao más fuera que dentro y sin saber si Coogler o Raimi
van a volver a trabajar para Marvel,
sólo Waitiki (amado y odiado por igual) queda para defender un sello de autoría
que evite que todas las producciones tengan ese aroma a plantilla que llegue a
cansar al fan.
Marvel ha conseguido volver a la palestra y estrenar una
grandísima película, pero está por ver si su éxito es, a la vez, un clavo más de
un ataúd que cada vez tiene peor pinta.
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