Sexo fácil, películas
tristes narra la historia de Pablo Diuk (Ernesto Alterio), antaño
escritor de éxito y en la actualidad en horas bajas debido al temido bloqueo
del artista, que encuentra una salida en la oportunidad que le brinda un amigo
productor de escribir el guion de una comedia romántica. El problema estriba en
cómo lograr la inspiración necesaria para una historia de amor cuando su propio
matrimonio hace aguas.

Buena heredera de los signos de identidad del cine argentino la película
suma con acierto el humor con la tristeza, dando forma a un análisis sobre el
desamor y la soledad, penetrando en los medios y fobias del creador y
aprovechando de piso para desgranar los arquetipos de un género cinematográfico
tan estereotipado como efectivo.
Alterio y Julieta Cardinali funcionan como muestra real de la destrucción
de un matrimonio, mientras que Quim Gutiérrez y Marta Etura hacen gala de una
química convincente y atractiva que ayuda al espectador a permanecer cómplice
de una historia tan previsible como exige la situación (en este punto resulta
especialmente gracioso ver como el desarrollo de la historia va cambiando a
merced de los caprichos de la productora como la incursión, por ejemplo, de
cierto viaje a París), teniendo el personaje de Camila como nexo común entre
ambas historias en una metáfora perfecta de cómo funciona la inspiración de un
escritor.
Con buenas interpretaciones e ingeniosos diálogos (y Carlos Areces, como
siempre, en plan roba escenas) la trama avanza sin complicaciones hacía un
desenlace que puede no ser del gusto de muchos pero al que no se le puede
acusar de tramposo.
Al fin y al cabo, el propio protagonista, mediante su voz en off, lo viene
anunciando desde la primera frase de la película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario