Estamos
ante una de esas películas en las que se habla más de lo que sucedió (o pudo suceder)
durante el rodaje que de su calidad como obra, lo cual resulta
publicitariamente beneficioso pero intelectualmente perjudicial. Cuesta
enfrentarse ante esta película sin tener en mente la figura de Angelina
Jolie por más que no tenga participación
alguna en la misma.

Robert
Zemeckis es un gran director, quizá uno de los mejores que hay en activo, pero
desde que su trabajo se centra en lo que podríamos denominar como cine “serio”
no parece haber encontrado al guionista adecuado con quien trabajar. Olvidadas
ya sus descacharrantes y divertidas aventuras de la época de Regreso al futuro, ¿Quién engañó a Roger Rabitt? o La
muerte os sienta tan bien y su etapa volcada en el cine de animación por
stop motion, Zemeckis no ha conseguido hacer todavía ninguna película que me
convenciera por completo, encontrando carente de identidad el desenlace de El vuelo y la aburridilla El desafío.
El
gran problema de Aliados es su
historia, perpetrada por Steven Knight, que no termina de definirse hasta
demasiado avanzada la película. Estamos ante la historia de Max y Marianne, un
espía del ejército británico (aunque en realidad canadiense) y una miembro de
la resistencia francesa. Juntos abordan la misión de asesinar a un embajador
alemán y a unos cuantos nazis de regalo, y mientras lo hacen aprovechan para
enamorarse. Tras esto la película se convierte en una historia costumbrista con
Max y Marianne en Londres, casados y con una niña. Y es el tercer giro, cuando
advierten a Max de las sospechas de que Marianne es en realidad una espía
alemana, cuando de verdad arranca la historia. Y llevamos ya cuarenta y cinco
minutos de película.

Al
final, la historia resulta previsible y casi hasta irrisoria, pero da igual.
Hay toda una secuencia (la de la cárcel) inverosímil por su situación, y no
importa. Los secundarios están en muy segundo plano y quedan totalmente
desaprovechados, pero es lo mismo. Aliados
es el título perfecto para definir la alianza entre Zemeckis, Pitt y Cotillard,
y sobre ellos tres, y nada más que ellos tres, gira todo.
Y
si aceptamos esa única y sencilla norma, la película resulta deliciosa,
interesante y tristemente dolorosa. Y supone, para mí, el mejor trabajo de
Zemeckis desde la época de Contact.
Valoración:
Siete sobre diez.