jueves, 17 de noviembre de 2016

NO CULPES AL KARMA DE LO QUE TE PASA POR GILIPOLLAS: Más claro, agua.

No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas. Tras tan contundente título se esconde una adaptación de la novela homónima de Laura Norton que dirige maría Ripoll tras la justita Ahora o nunca, ese vehículo de lucimiento para Dani Rovira cuando aún era un actor cómico.
No culpes al karma… pertenece a esa corriente de obras modernillas que pretenden ofrecer ciertas píldoras de sabiduría adaptadas a los tiempos que corren, relatos tragicómicos hipsters en la línea del notable debut como directora de Leticia Dolera en Requisitos para ser una persona normal. Como en aquella, Ripoll compone su narración poniendo el foco en una joven desorientada de la vida a la que la suerte no acompaña, buscando que la empatía con el espectador llegue mediante la compasión y la lástima a la vez que es capaz de reírse con y de ella. Sin embargo, mientras la Dolera lograba un grado de ternura que enriquecía el personaje que ella misma interpretaba no corre la misma suerte la Sara que compone una, por otra parte, magnífica Verónica Echegui.
Sara no se siente plena en la vida, en parte porque el negocio artesanal a base de plumas de aves no termina de arrancar, en parte por la distancia que la separa de su novio, su aparente hombre definitivo. Todo parece salirle mal y la noticia de que su hermana va a casarse con un amor de la infancia que encima es ahora un famosísimo cantante y la irremediable separación de sus padres no ayuda demasiado. Pero el mal de todos sus males, efectivamente, no es provocado por el karma, sino porque ella es, perdonen ustedes, gilipollas. Así, el título no miente, simplemente muestra una realidad con más ingenio que la propia película. Esta Sara es, en definitiva, gilipollas, y eso me hace preguntarme que simpatía debe sentir el espectador hacia ella.
La película busca el gag constante a través de sus absurdas y equivocadas decisiones, su histerismo redomado y su torpeza mental. Y si bien alguna situación puede llegar a tener gracia (un humor que solo funciona plenamente en espectadoras adolescentes, según he comprobado), es tan solo el buen trabajo de Echegui junto a la participación siempre a gran nivel de Jordi Sánchez lo que logra salvar del naufragio la película.
Se nota en el trabajo de Ripoll cierta pretenciosidad, ciertas lecciones de vida que no terminan de funcionar nunca y hacen que el supuesto final feliz que toda comedia romántica debe tener no luzca del todo bien. Sara es una metepatas de cuidado y todo lo que le sucede se lo tiene bastante merecido, si bien no el definitivo triunfo del amor, que visto lo que pasa por su cabeza quién sabe si en verdad es tan definitivo.
El problema más grave de la película es que en ningún momento resulta creíble. Y no lo digo ya por rocambolescas aventuras como la del zoo con su resolución pillada por los pelos, sino por pretender que tenga sentido que una tienda centrada solo en plumas de aves debería funcionar, que el primer capricho romántico de una adolescente termine por ser el amor definitivo (yo lo llamaría más bien obsesión compulsiva), que la hermana se muestre en todo momento tan comprensiva y colaboradora (aunque el derroche de simpatía y carisma de la joven Alba Galocha ayuda a superar el trago), y así un largo etcétera.
En fin, que María Ripoll ha dado un nuevo paso atrás tras la estimulante Rastres de Sàndal, siendo esta No culpes al karma… menos divertida que Ahora o nunca por más que sus intérpretes (Álex García aparte) se esfuercen en mantener la frescura que no se consigue ni con la historia ni con los diálogos.

Valoración: Cinco sobre diez.

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