Estamos
en la noche de Halloween, una velada que, por más que a algunos les moleste por
su tradición americana (aunque su origen real sea celta). Aquí en España no se
ha adaptado todavía la costumbre del “truco o trato”, aunque cada vez se ven a
más niños (o mayores) disfrazados, y hay que recordar que el elemento
terrorífico de nuestra “noche de difuntos” siempre ha estado ahí (releeros si
no las geniales Leyendas de Bécquer).

Así
pues, este mes he decidido dedicar mis reflexiones catódicas a Stephen King, el
llamado “maestro del terror”, aunque quienes conocen su obra sabe que hay mucho
más que simple terror tras ellas. King es uno de los mejores escritores
contemporáneos, por mucho que haya quien lo discrimine por el género en el que
suele moverse, pero sus fans son legión y las adaptaciones al cine o televisión
de sus obras se cuentan por decenas. Cierto es que la calidad de las mismas no
siempre ha sido pareja a la calidad de sus textos, pero eso ya es otro cantar.
Este
2017, después de algunos años relegado a la serie B, el cine ha vuelto a
confiar por todo lo grande en el escritor de Maine con dos superproducciones de
opuestos resultados: la fallida (pese a que la idea de la secuela sigue en pie)
La Torre Oscura y la genial y
taquillera (ya ha alcanzado los 700 millones) It. Y en televisión la cosa no es para menos.
En
realidad, King siempre ha estado presente en la tele de una manera u otra,
aunque en la mayoría de los casos con productos muy irregulares por querer
estirar demasiado tramas que no lo necesitaban y terminar por desdibujarse por
completo la idea original.

Existen
también alguna serie abierta de aquella ápoca, pero por desgracia casi todas
partían de un arranque interesante y terminaban naufragando y cayendo en el
olvido. Son casos como los de La zona
muerta, o Kingdom Hospital (que
debería haberse conformado con una primera e interesante temporada).
Da
la sensación de que cuando uno piensa en las adaptaciones de Stephen King estas
se remontan al siglo pasado, sobre todo a raíz de los grandes títulos que
impulsaron su carrera de la mano de maestros como John Carpenter, Stanley
Kubrick, Brian de Palma y, posteriormente, Rob Reyner, teniendo que recurrir a
Frank Darabont para recordar los mejores trabajos de este siglo XXI, pero King
ha estado constantemente presente en la televisión de la última década, con seriales
como Heaven o La Cúpula, recientemente cancelada.

Por
ello, uno de los mejores productos de reciente factura es la muy recomendable
serie de ocho capítulos 22-11-63, con
la factoría de J.J. Abrams detrás y adaptando con bastante fidelidad la obra de
mismo título sobre viajes en el tiempo y el intento por evitar el asesinato de
Kennedy.
Gracias,
sin embargo, a las plataformas de streaming (y en este caso concreto, a
Netflix), King sigue estando de máxima actualidad gracias a dos interesantes
películas de las que tengo pendiente una reseña más extensa. Se trata de El juego de Gerard y 1922, dos títulos que por su humildad y
sencillez no habrían tenido cabida en salas de cine pero que resultan perfectos
para disfrutar en formato doméstico. Ambas, de reciente estreno, son una buena
opción para esta noche, pese a que apuesten más por el misterio, la intriga y
el desasosiego que por el terror puro. Sirven, al menos, para paliar el amargo
sabor de boca dejado por La niebla.

Lo
que está claro es que pese a que hace ya la friolera de cuarenta y un años
desde la primera adaptación de un texto de King (Carrie, de Brian de Palma), King sigue siendo todo un referente. Y
no solo por sus adaptaciones directas. Y es que otra buena opción para esta
noche puede ser una maratón con la segunda temporada recién estrenada de Strangers things. ¿Y quién duda que Stranger Things es puro Stephen King?
Feliz
y aterradora noche, amigos.