viernes, 13 de octubre de 2017

TU MEJOR AMIGO: el sentido de la vida... perruna

Hubo un tiempo en el que el nombre de Lasse Hallström era sinónimo de calidad. Títulos como ¿A quién ama Gilbert Grape?, Chocolat o Las normas de la casa de la sidra han pasado ya a la historia del cine. Pero de eso hace ya mucho tiempo.
Tras esa época dorada, Hallström solo ha logrado alternar mediocridades sensibleras como Querido John o Un lugar donde refugiarse con películillas con un mínimo de destreza, como la simpática Un viaje de diez metros. Ni siquiera el regreso a su Suecia natal como hizo al rodar El hipnotista le sirvió demasiado.
Es Siempre a tu lado (Hachiko), posiblemente, su último título destacable, y posiblemente que esa fuese una historia lacrimógena con perrete de por medio es lo que lo ha llevado a tratar de repetir la jugada con esta cosa llamada Tu mejor amigo.
Dicen que en tiempos difíciles es fácil recurrir a la fe, y no es casual que en los últimos tiempos haya habido cierta proliferación de películas de temática religiosa, como El cielo existe, Los milagros del cielo o La cabaña (cuya calidad parece tan ínfima que apenas ha durado una semana en cartel en la mayoría de los cines), dejando de lado cosas más “disfuncionales” como La llamada o Madre! Dentro de esa corriente religiosa no es extraño encontrarse con panfletos más concretos, como las películas sobre cienciología o las budistas, y de esto último trata Tu mejor amigo.
Hago este inciso porque, más allá de las creencias religiosas que pueda tener cada uno, esa insistencia en hablar soterradamente de la rencarnación fue una de las cosas que más me sobraron de una película que busca descaradamente la empatía del espectador con el chucho de turno y provocar la lágrima fácil (en un ejercicio de pornografía sentimental exagerado) con cada momentito dramático que sacude un film que, por lo demás, tienen una comicidad propia del cine más infantil.
No por ello voy a decir que Hallström se haya olvidado del filmar, y visualmente la película está muy bien conseguida, con unos actores que no molestan (Britt Robertson, Dennis Quaid y John Ortiz son de las pocas caras conocidas en un reparto muy coral) y algún momento simpático que ayuda a digerir la función, pero tener que soportar al/los protagonista/s con esa omnipresente voz en off reflexionando sobre el sentido de la existencia (como si Mira quien habla también se pusiera en plan filosófico) y esa insistencia por mantener la identidad a través de las sucesivas vidas se hace por momentos muy cuesta arriba.
Pero claro, los perricos son muy monos, hacen monerías para que se te caiga la baba y ver a Dennis Quaid reencontrarse con el amor de su vida tiene su puntito. No suficiente para un aprobado, pero casi.

Valoración: Cuatro sobre diez.

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