viernes, 13 de octubre de 2017

Sitges 2017: MUSE

Después de su notable debut en la dirección con Los sin nombre, Jaume Balagueró se atrevió a dar el salto internacional para filmar en inglés la incomprendida Darkness y la aceptable Frágiles. Fue con ese genial experimento compartido con su amigo Paco Plaza llamado [REC] que logró la fama mundial que tanto se merecía (no muchos pueden presumir de haber creado una saga de gran éxito con remake americano incluido), siendo su siguiente trabajo en solitario, Mientras duermes, posiblemente su mejor película como director.
Desde entonces, Balagueró parece haber caído en un pozo de incomprensión, tanto como director ([REC]4: Apocalipsis no gustó demasiado) como en su faceta de productor o guionista (Summer camp se estrenó un poco de tapadillo y Inside fue bastante vapuleada por la crítica). Y no parece que su retorno al inglés le vaya a servir para reconciliarse con nadie.
Por mi parte, nunca le he perdido la fe a un realizador que podrá tener trabajos mejores o peores, pero que nunca me ha defraudado, y en este contexto se encuentra su Muse, una película cuyo principal error es tratar de venderla como obra de terror cuando lo que busca es más bien el suspense y la intriga. Partiendo de una novela de Juan Carlos Somoza, La dama número trece, Muse se interna en el metalenguaje de la literatura para convertir a unos seres sobrenaturales (una especie de brujas en la novela original) en un reflejo perverso y oscuro de las musas de la mitología griega, que en la película son siete en lugar de las nueve clásicas o las trece de la novela.
Samuel es un profesor de literatura sumido en una gran depresión a raíz del suicidio de su novia (a la par que alumna) que tiene un sueño recurrente en el que contempla el asesinato de una mujer. Cuando descubre que el asesinato que se le representa por las noches es real, conoce a otra mujer con el mismo sueño y juntos emprenden una investigación para descubrir la verdad. Así, es evidente que estamos más ante una obra sobre secretos oscuros y pesquisas, más cercana a títulos como El Código DaVinci que a los muertos vivientes de [REC], pero se pueden descubrir en ella la mano de Balagueró, haciéndola una cinta personal y muy propia de su particular estilo.
Bien es cierto que su origen narrativo quizá la condenen a un ritmo algo lento y carente de algún giro narrativo más que logre sorprender al espectador, y puede que se aprecie en su brillante reparto a algún nombre algo desaprovechado, pero la magnífica ambientación y el siempre eficiente trabajo de Balagueró tras las cámaras consiguen componer una película intrigante y desasosegadora.
Quizá no sea esta la gran película que nos devuelva al mejor Balagueró, pero sí es un trabajo muy notorio y disfrutable para los fans del género.

Valoración: Siete sobre diez.

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