lunes, 15 de junio de 2020

Visto en Netflix: EL REY DE LA POLCA

Ya me he referido en diversas ocasiones al hecho de que los biopics reales sobre «grandes emprendedores» de Estados Unidos han terminado por ser casi un género en sí mismos. Estrellas del deporte, brokers de Wall Street o narcotraficantes, siempre suelen ser retratados como antihéroes simpaticones al más puro estilo de la picaresca española.

El rey de la polca es un nuevo ejemplo de ello. Con una base ridículamente cómica (y lo siento para los que sean verdaderos fanáticos de la polca, pero la realidad es que se trata de un género musical más empleado por Hollywood para la burla que otra cosa) y con un Jack Black excelso, la película cuenta la historia de Jan Lewan, un polaco nacido en 1941 que triunfó (es un decir) como cantante y compositor en los Estados Unidos, más próspero por la venta de acciones a un interés inverosímil de su negocio (una tienda de regalos y su propia discográfica) que con la venta de discos y los bolos.

Apoyada en la poderosa personalidad de Lewan y en el gran trabajo de Black, la película consigue enternecer, obligando al público a conectar con un tipo que, en el fondo, no deja de ser un estafador tan ingenuo que ni él mismo parece ser consciente de lo que está haciendo. Típico embaucador de corazón de oro, la película muestra algunas situaciones bastante inverosímiles que, si bien se apoyan fielmente en la historia real del artista, necesitarían algo más de tiempo para ser narradas mejor. En este aspecto, la directora Maya Forbes está más interesada en alternar las risas y las lágrimas que en profundizar en la propia secuencia de los hechos, haciendo que episodios como el de la visita al Santo Papa queden algo confusos. Tampoco es que importe demasiado. Se trata de lo que Jan Lewan hace, no de como lo hace.

Así pues, divertida comedia con momentos absurdos que Black logra sacar adelante con pericia y un buen puñado de canciones tan adictivas como irritantes y a la que, si se le quieren poner peros, habría que buscarlos en la excesiva benevolencia con la que se trata a Lewan.

 

Valoración: Siete sobre diez.

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