martes, 3 de marzo de 2015

SAMBA (5d10)

Desde que Olivier Nakache y Eric Toledano arrasaran en todo el mundo con Intocable, incontables son las películas francesas que se han estrenado bajo el epígrafe: “de los artífices de Intocable”, ya sea porque comparta con ella algún productor, el guionista o, vaya usted a saber, el tipo que diseñó los títulos de crédito.
El caso es que ahora por fin llega realmente la nueva película de los realizadores de aquella, y es por ello que las expectativas eran muy altas. No voy a decir que Nakache y Toledano no hayan querido arriesgar, repitiendo el mismo esquema de nuevo, pero sí es cierto que queda cierto regusto de Intocable en esta Samba, con la que, ya de entrada, comparten protagonista. No en vano volvemos a tener un retrato social basado en la relación de un inmigrante negro (y por lo tanto, de clase baja) con alguien económicamente por encima de él pero con un grave problema de salud (en Intocable era un tetrapléjico y ahora es una depresiva). A partir de aquí, sin embargo, empiezan las diferencias.
Y la principal diferencia está en el tono. Samba cuenta la relación, primero de amistad y luego de amor, entre un inmigrante ilegal y una ejecutiva que durante una baja por enfermedad ayuda en una ONG. De esta manera, Samba es un crudo retrato de la realidad de los inmigrantes en el país vecino (que puede que no sea muy diferente de cómo pueda ser en el nuestro propio) y como es su día a día, ayudándonos a ver con otros ojos como en ocasiones los problemas de adaptación no surgen sólo de ellos sino de un sistema que los necesita como trabajadores pero los rechaza como personas.
Hasta aquí, todo correcto. Magnífico, incluso. El problema viene cuando se necesita una historia para envolver convenientemente este documento. Y es que la historia de Samba hace aguas por todas partes.
Pese a los varios momentos simpáticos que endulzan el film, Nakache y toledano nunca saben decidirse en el tono que quieren dar a su película, logrando abrir un debate en las calles sobre si se trata de un drama con tintes cómicos o una comedia con trasfondo social. Parece que el tema va más por el drama pero si quieren saber mi opinión pienso que los autores buscaban en realidad una comedia, solo que les salió una comedia mala.
A diferencia de en Intocable (y van ustedes a perdonarme las continuas comparaciones, pero resulta inevitable) los diálogos aquí son bochornosos y la complicidad que había entre Omar Sy y  François Cluzet no se traduce en química entre el propio Sy y Charlotte Gainsbourg.
Decían en una entrevista los directores que quería emular a las comedias italianas de corte social, lo cual puede ser cierto, pero hay también cierta americanización en el uso de abundantes escenas videocliperas que no le hacen ningún bien a la película, que más allá del interés que pueda ofrecer por el aspecto de cine de denuncia resulta aburrida y poco creíble, a la par que mal resuelta.
No voy a definirla como un desastre total, pero quizá las expectativas estaban muy altas y la presión ha podido con Nakache y Toledano, que después de palpar el cielo con Intocable decepcionan en esta historia irregular y demasiado artificial.

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