sábado, 14 de marzo de 2015

PERDIENDO EL NORTE (6d10)

La nueva película de Nacho G. Velilla demuestra, ya de entrada, que tras Fuera de carta y Que se mueran los feos, el director zaragozano mejora en cada trabajo, resultando su  última obra la más redonda de todas las rodadas hasta la fecha.
Esto no significa, sin embargo, que Perdiendo en norte sea una película perfecta, desde luego. En realidad, queda lejos de estarlo, ya que aunque resulta simpática y fresca y contiene algún buen momento de humor no alcanza a ser tan divertida como la comedia que se le supone que es, mientras que los momentos dramáticos, que los tiene también, carecen de la fuerza suficiente para emocionar como es debido.
Ello se debe, en gran parte, a las debilidades de un guion que apuesta por lo seguro en todo momento, sin ninguna pretensión por arriesgar o innovar lo más mínimo, dando la sensación de que pese a que la película funcione perfectamente bien no es más que un refrito de cosas vistas anteriormente.
Nacida como actualización sin complejos del clásico patrio Vente a Alemania, Pepe, de Pedro Lazaga y de la que no por casualidad se recupera al gran José Sacristán, Perdiendo el norte funciona como triste demostración de lo poco que han cambiado las cosas en nuestro país, mostrándonos la historia de dos jóvenes que pese a estar sobradamente preparados para tener éxito en el mundo laboral deciden ir a ganarse las habichuelas a Alemania atraídos por los cantos de sirena de un programa de televisión, en vista de que en España las cosas no pintan demasiado bien, ya sea por culpa de la crisis o de la corrupción. 
Hay aquí un primer amago (centrado básicamente en los propios títulos de crédito) de hacer una denuncia social sobre la situación de nuestro país que termina diluyéndose cuando nuestros protagonistas llegan al país germano donde descubren que no es oro todo lo que reluce y sus aspiraciones laborales se van difuminando en pos de otros derroteros, hasta que la película termina tomando dos caminos diferentes siguiendo el curso de los dos protagonistas, la comedia romántica protagonizada por Yon González y Blanca Suarez y la comedia de situación y enredo en la que tan bien se desenvuelve Julián López y dónde forma un curioso triángulo con Malena Alterio y Younes Bachir.
Como ya he dicho, Velilla toma ideas prestadas de mil y un referentes, desde el arranque que rememora el principio de El lobo de Wall Street  o el recuerdo a films más o menos recientes de temática muy pareja como Un franco, catorce pesetas o La vida inesperada, permitiendo, quizá por culpa de su experiencia en sitcoms televisivas, que la historia se le vaya de las manos, perdiéndose el mensaje que pueda querer transmitir para terminar demasiado plano y previsible, lo cual no es necesariamente malo, aunque inevitablemente deja sensación de oportunidad desaprovechada.
Velilla rodea a sus protagonistas con secundarios de lujo (y amiguetes suyos) como Javier Cámara, Carmen Machi o Úrsula Corberó, aunque quizá quien roba las mejores escenas es Miki Esparbé, el personaje más puramente cómico de la función.
Al final, Perdiendo el Norte es agradable y entretenida, más floja de lo deseable y demasiado complaciente, dejando incluso alguna historia algo en el aire, pero a la que se le puede perdonar en pos a sus buenas intenciones y su simpático desarrollo.

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