lunes, 13 de abril de 2015

PRIDE (8d10)

De tanto en tanto, perdida entre el maremágnum de superproducciones megataquilleras de discutible calidad, ya sean el Fast & Furiuos de turno, las perversiones de un tal Grey o la adaptación YA que toque, aparecen pequeñas joyas que pueden pasar más o menos desapercibidas debido a una promoción modesta (o poco arriesgada) y que solo con el boca-oreja pueden llegar a calar entre el gran público. Intentaré poner mi granito de arena…
Basada en una historia real, Pride (imagino que traducirla aquí de forma literal, Orgullo, podría resultar demasiado revelador para algunos) describe como durante los conflictos de 1984 que llevó al sector minero de Inglaterra a convocar una huelga indefinida en protesta por las presiones a que eran sometidos por el gobierno de Margaret Thacher. Repudiados por sus propios conciudadanos y maltratados por la policía y las fuerzas del orden, los mineros en huelga parecían haber sustituido en las primeras páginas de la prensa más sensacionalista al sector más marginal y maltratado hasta entonces, el cada vez más emergente colectivo gay. Esta curiosa similitud invita a un grupo de activistas gays a crear el grupo de apoyo LGSB (Lesbianas y Gays apoyan a los mineros) con el objetivo de recaudar dinero para las familias de los mineros, llegando a intercambiar visitas entre ambos colectivos a ya crear unos lazos inverosímiles que llegarían incluso a confluir en las manifestaciones del orgullo gay o en la mejora de los derechos legales de los Gays y Lesbinas (LGBT) gracias al apoyo del sindicato de mineros en las votaciones parlamentarias.
Partiendo de este referente el director Matthew Warchus y el guionista Stephen Beresford se sacan de la manga la historia de cómo se llegaron a relacionar dos sectores en priori tan diferentes entre sí convirtiendo a un pequeño pueblo de Gales (Onllwyn) y a un grupito de activistas en el eje central de la trama.
La película bordea por encima la trama social (en la que se le puede acusar de ser un poco manipuladora, resumiendo el conflicto como un éxito sindical cuando la historia nos cuenta que los mineros fueron en realidad los grandes derrotados en manos del férreo gobierno de la Thacher) y defiende sin tapujos la libertad sexual y el derecho a defender el orgullo gay, pero, por encima de todo, pretende ser una fábula sobre la amistad entre diferentes, en la maravillosa posibilidad de encontrar, siempre que hay voluntad, puntos en común entre “enemigos naturales” que se personifica aquí entre los “machos” mineros y las “reinonas” gays pero que igual podría estar hablando de cualquier otra supuesta minoría ya sea de origen racial, sexual, religioso o mental.
Pride es, pues, un alegato a la vida en forma de divertida y refrescante comedia que sólo el cine británico podría concebir y que pese a que podría caerse fácilmente en la tentación de definirla como un cruce entre Full Monty y la australiana Priscilla, reina del desierto, es inevitable encontrar evocaciones también de títulos rurales como El hombre que subió a una colina y bajó una montaña o la reciente La gran seducción, aprovechando también los contrastes entre la vida en la urbe y en un pequeño pueblo rural y ofreciéndonos ligeras pinceladas de las historias propias de sus protagonistas, junto con un retrato real de una época donde la homofobia y el SIDA estaba causando estragos en la comunidad gay en una nación cuya economía se tambaleaba peligrosamente.
Reivindicativa, emotiva y tierna, Warchus sabe alternar el humor liviano y sutil con momentos que invitan a aflorar la lagrimita sin caer, por ello, en la ñoñería, ni cayendo en el alegato político social propio de la obra de Ken Loach, optando por demostrar como la amistad, la solidaridad y, por supuesto, el orgullo, pueden derribar barreras.

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