sábado, 12 de marzo de 2016

LA SAGA DIVERGENTE: LEAL. La última soseria utópica, parte uno.

En una época en la que mes sí, mes también, nos encontramos con alguna adaptación del tres al cuarto de esas novelitas para adolescentes femeninas que se engañan creyendo que fantasear con los machos alfa de estas obras (evidentes sucedáneos de los Vales, Superpops y pegatinas forracarpetas de otras generaciones) es el equivalente a consumir literatura de verdad (guiño, guiño) no voy a hacerme el sorprendido por la apatía total y absoluta que desprende este título, penúltima entrega de una saga que no debió pasar de la primera.
Con no pocas similitudes con la referente LosJuegos del hambre (aunque también podría llegar a salvar ciertos momentos de El Corredor del Laberinto), La saga Divergente copia sin rubor los esquemas de las andanzas de la pizpireta Jennifer Lawrence, pero centrándose en sus defectos e ignorando sus virtudes. O, si acaso, corrompiéndolas.
Con una distopía en la que la metáfora politicosocial implícita (el poder corrompe) se repite hasta en dos ocasiones en la misma película (y eso que se supone que solo adapta la mitad de la novela), no hay espacio para la sorpresa en esta sucesión de clichés tan mal dirigida como interpretada. Si en Los Juegos del Hambre se jugaba a que el personaje encarnado por Julianne Moore terminaba siendo tan dañino como el villano que era Donald Sutherland, en esta ocasión es Naomi Watts quien tras derrocar a Kate Winsley termina alzándose con el papel de villana para que luego pase a manos de Jeff Daniels. Y ojo, no estoy soltando ningún spoiler. No solo salta a la legua desde el primer minuto que entra en escena (y por si no somos muy perspicaces el guaperas de la función, Cuatro, se asegura de recordarlo constantemente) sino que incluso se puede ver en el propio tráiler.
Sin ánimos ya de encontrar más contenido que el ofrecido en la capa más superficial de su historia, podría quedarnos el consuelo de al menos estar ante un buen entretenimiento, pero tampoco. Hay demasiados peros que impiden disfrutar de una película que se repite continuamente de manera cíclica y sin espacio para el más mínimo riesgo. La poca espectacularidad que ofrece se debe más al dinero que al talento, y tampoco es que el abuso de digitalización de para mucho. Además, el director maneja tan mal los ritmos que ni siquiera consigue que la muerte de un supuesto protagonista tenga el más mínimo valor dramático.
Resulta curioso además, como la supuesta necesidad de partir en dos la novela para poder adaptarla mejor no consiga que lo poco que se puede rascar de la historia quede bien explicado. Mientras la protagonista Tris y sus amiguitos campan a sus anchas al otro lado del muro (empeñados en realizar acciones sin sentido y poco acordes con sus propios personajes), la historia de la lucha que se produce en Chicago, aquella que han dejado atrás, entre las fracciones de Naomi Watts y la de Octavia Spencer , es narrada de forma confusa y apática, mientras que los esfuerzos por infantilizar tanto la cosa impiden que se vea la más mínima gota de sangre incluso tras un disparo en la nuca a bocajarro, lo que resta el pretendido dramatismo de las muertes.
Los actores, por su parte, no solo están horrendos, sino que pueden estar cavando su propia tumba, demostrando que están en esta película por obligaciones contractuales o por simple dinero. Ni Jeff Daniels ni Naomi Watts parecen creerse nunca sus papeles. Theo James, Zoë Kravitz y Ansel Elgort no merecen pasar de fugaces estrellas postadolescentes y los cabeza de cartel, la Shailene Woodley que asombró en Los descendientes y el Miles Teller que se metió a la crítica en el bolsillo por su papel de batería llorón en Whiplash (aunque ese mismo año se granjeó el odio de la crítica por su papel de superhéroe llorón en 4 Fantásticos), apuntan peligrosamente a unas carreras tan erráticas que amenaza con encasillarles en papeles vacíos y sin carácter.
Y es que si algo demuestra el anodino papel de Tris en este tercer capítulo de la saga es su total falta de carisma y personalidad, limitándose a ser una marioneta que se aleja sin pretenderlo del papel de líder al que debía someterse la Katniss de Los Juegos delHambre.
Quizá la única virtud de la película sea el esfuerzo por disimular que se trata de una mitad de película y darle una entidad más episódica que la saga inspirada en las novelas de Suzanne Collins o el desenlace de la franquicia de Harry Potter no supieron hacer. Pequeño mérito ante tan enorme despropósito plano y sin garra suficiente para llegar al menos a entretener.

Valoración: tres sobre diez.

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