sábado, 11 de noviembre de 2017

LA BATALLA DE LOS SEXOS, la dignidad en juego

Jonathan Dayton y Valerie Faris abandonan momentáneamente el cine más independiente para abordar la historia real del duelo tenístico entre Billie Jean King y Bobby Riggs en 1973 en una película bastante convencional y más amoldada a los estándares del Hollywood más conservador.
La batalla de los sexos narra los días previos al gran partido, cuando Billie Juean era la número uno del tenis femenino y estaba más preocupada en su cruzada por la igualdad de la mujer en el deporte que en su próximo partido. Por aquel entonces Bobby tenía ya 55 años y aunque había sido también una figura importante de la raqueta ahora se tenía que conformar con vivir de su adinerada esposa, ganarse unos dinerillos con ridículas exhibiciones donde destacaba su espíritu payaso y fingir que trataba de controlar su problema de ludopatía. En aquella época una tenista femenina, aun llenando las pistas igual que un hombre, ganaba una octava parte en premios que ellos, por lo que Billie jean decide retar a la federación y crear, con el apoyo de otras tenistas, su propia competición con premios más acordes a sus méritos. En este mar revuelto, Bobby ve la gran oportunidad para volver a los candeleros y desafía a cualquier mujer a un partido donde demostrar qué sexo es más fuerte.
Filmada en tono de comedia ligera, la película aprovecha este enfrentamiento entre un machista declarado cuyos mejores años quedaron en el pasado y una feminista en la cresta de la ola para hacer un retrato de la época en el que hablar no solo de la igualdad de sexos, sino también de la identidad sexual y el derecho al respeto.
Hay que reconocer que quizá Dayton y Faris pecan un poco de “buenismo” y edulcoran demasiado una historia donde todo el mundo termina cayendo bien, sin que ni siquiera el excesivo y machista Riggs resulte molesto ni haya daños morales alrededor de cierto triángulo amoroso que acompaña a la historia principal. Con todo, la película resulta altamente eficaz por ese humor ácido que permite que seamos aleccionados de una manera amena e incluso divertida sobre tan importante debate. Además, han sabido ser fieles a su estilo e incluso el duelo final, en vibrante partido de tenis, se muestra desde la distancia, sin lucimientos de cámara que finjan una falsa épica y haga que la dirección priorice sobre la interpretación.
Y así legamos al verdadero punto fuerte del film. La interpretación. Emma Stone y Steve Carell están soberbios. No es que sea nada fuera de lo normal, ya que ambos han demostrado en diversas ocasiones su gran solvencia, pero en este film ambos parecen en estado de gracia y son los grandes valedores de la historia, los que la manejan a su antojo y permiten que seamos capaces de comprender a unos personajes que en cualquier otro caso podrían resultar hasta odiosos. Stone y Carell lo dan todo y la película sabe rodearlos de tal modo que no sería de extrañar que alguno de ellos (sino los dos) estuviese presente en la próxima ceremonia de los Oscars.

Valoración: Siete sobre diez.

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