viernes, 7 de septiembre de 2018

YUCATÁN

Me pareció sorprendente el giro hacia la comedia del director mallorquín Daniel Monzón después de los buenos frutos que había cosechado con thrillers como Celda 211 o El Niño, aunque saber que seguía contando con el gran Luis Tosar como cabeza de reparto me permitía mantener las expectativas ante este cambio de rumbo.
Y nunca mejo dicho, ya que el rumbo del film lo marca un transatlántico de lujo que hace que, por momentos, uno piense que está ante un publirreportaje de Pullmantur, aunque apenas arranca la acción el ritmo es tan frenético y loco que apenas hay tiempo de reparar en ello.
Yucatán es una película de estafadores muy en la línea de los Ocean de George Clooney aunque con un humor desenfrenado más propio de los Coen que de Soderberg. Por ello, aunque nos encontremos ante una nueva apuesta de comedia española, esta vez la puesta en escena es más propia de un elegante producto hollywoodiense que del estilo autoreferencial de los Apellidos vascos-catalanes, la familia española que se casa en día de partido o ese mejor verano que arranca en un pueblo rural de mala muerte.
La película se centra en el triangulo (amoroso y profesional) que conforman los personajes de Tosar, Rodrigo de la Serna y Stephanie Cayo, todos ellos soberbios, aunque la guinda del pastel se encuentra de la mano del único personaje que huye del divertimento, un magistral Joan Pera que es la verdadera alma de Yucatán al componer un personaje tierno, dolorosamente solitario (pese a ser el único de todos acompañado por su familia) y muy humano.
Como todo buen crucero vacacional, Yucatán cuenta con una serie de compañeros de viaje que entran y salen de escena, transitando por los pasillos y reforzando la trama principal, unos, o ayudando a rellenar el contexto argumental, otros. Y en este caso tampoco hay una mala decisión de casting, con la participación del monologuista Agustín Jiménez, tremendamente divertido, o la omnipresente Toni Acosta.
Con el gran Jorge Guerricaechevarría y el propio Monzón firmando el guion, la película está plagada de giros sorprendentes, sabiendo moverse con ingenio y efectividad entre la comedia romántica, las grandes estafas y la intriga, pero es en su apartado más sensible donde más consigue transmitir, ofreciendo un mensaje sobre la codicia y el amor por el dinero y brillando especialmente en el apartado musical, tanto en la composición de Roque Baños como en la elección de las canciones que decoran el film. También aquí, con las actuaciones musicales que se ofrecen en el escenario del crucero (maravillosa Cayo), Monzón muestra su dominio total.
Es difícil saber conjugar tantos géneros diferentes y no flaquear en el ritmo. Ese es el mérito principal de Monzón y el motivo por el que Yucatán es una película tan meritoria. Todo está calculado milimétricamente y funciona de maravilla, incluso cuando se recurre a momentos de slapstic algo manidos o el guion amenaza con dirigirse hacia aguas demasiado reconocibles.
Se mire por donde se mire, con sus posibles errores o carencias, Yucatán es una gran película, emocionante, divertida y tierna, y el binomio Monzón-Tosar una apuesta segura.

Valoración: Ocho sobre diez.

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