

Con una inspiración originaria del cine coreano, tal y como reconoce el
propio director, Magical Girl posee
unos personajes con pasados oscuros que nunca llegaremos más que a intuir. Y
ese es uno de los secretos del film, que en ocasiones lo que no se muestra
logra interesar tanto o más que lo que se enseña. Fácil lo había tenido Vermut
para realizar una película claramente retorcida y macabra con sólo enseñarnos
que sucede dentro de la habitación del lagarto negro o con un flashback
revelándonos qué llevó a prisión a Damián años atrás, pero dejar esos espacios
en blanco (en negro sería más apropiado) para que los rellenemos nosotros
mismos con nuestra propia imaginación es mucha más sutil y, a la vez, malévolo,
haciéndonos sentir incluso sucios ante las perversidades que se nos pueden
sugerir.
Elegantemente filmada y con un gran trabajo actoral, destacando la mirada
tierna de la niña Lucía Pollán o la seductora derrota que refleja Bárbara
Lennie, y sin dejar jamás de lado al siempre prodigioso José Sacristán, Magical Girl es una película de miradas
y silencios, de sonidos y músicas, de efectos que apuntan directamente al
corazón y desazonan el espíritu.
Inquietante, descorazonadora, triste, perturbadora… definitivamente genial,
un sentimiento de vacío nos invade al permanecer pegados al asiento durante los
títulos de crédito, mientras que el recuerdo del puzle (tanto literal como
metafórico) de la pieza se nos quedará grabado en la memoria durante días,
ganando, como el buen vino, con el paso del tiempo al dejarla madurar en
nuestra mente.