domingo, 26 de octubre de 2014

EL JUEZ (7d10)

Pululan por Hollywood algunos grandes actores de increíble talento que se ven relegados a un solo personaje que parece impedirle hacer otro tipo de interpretación.
En ese sentido, el magnífico y reinventado Robert Downey Jr. Es un claro ejemplo, pues tras su redención tras una época oscura y olvidable su Tony Stark de Iron Man lo convirtió en todo un fenómeno de masas y uno de los actores mejor pagados de la industria (basta con ver lo que va a embolsarse por aparecer en la tercera parte de El Capitán América). Pero el carisma del propio Tony Stark es el precio a pagar, y hasta en su otra franquicia estrella, Sherlock Holmes, se adivina algo del descaro y la prepotencia del engreído millonario de Marvel.
Por eso aplaudo la aparición de una película como esta, un drama intenso aunque con ligeros alivios que invitan a la sonrisa, donde Downey Jr. tiene un papel a su medida (no es casualidad que él y su esposa sean productores) en el que pueda coger a Tony Stark y desnudarlo hasta lograr humanizarlo, lanzándolo al lodo y enseñarnos que también sabe sufrir.
El juez arranca con la presentación de un abogado, Hank Palmer, que podría ser un calco del mencionado Stark, descarado, excesivo y muy pagado de sí mismo, que al conocer la muerte de su madre debe regresar a su pueblo natal, Carlinville, donde, aparte de enfrentarse a un error de su pasado (y la presencia de su hermano es un recordatorio constante) y a una exnovia con un posible secreto sobre él, se encontrará con su padre, juez del condado, con el que no se ha dirigido la palabra en años.
Al ser el juez Palmer acusado inesperadamente de homicidio, Hank debe prolongar su estancia en la tierra de su infancia para encargarse de su defensa, hecho que provocará que la relación entre padre e hijo avance, quien sabe si hacia una posible reconciliación o hacia el abismo definitivo.
Con un plantel de secundarios de lujo (ahí están Vera Farmiga, Vicent D’Onofrio y Billy Bob Thornton), la película aborda diversos argumentos relacionados con el pasado de Hank para terminar decantándose por dos tramas vitales: el juicio y su relación con su padre. No cabe duda de que, por encima de todo, ese es el quid de la cuestión, cómo un padre e un hijo pueden llegar a convertirse en dos desconocidos llenos de odios y reproches y el camino que debe conducirlos, irremediablemente, bien a la redención, bien a la condenación.
Aunque podrían buscarse segundas lecturas a la trama (en esta época convulsa que vivimos de corrupción y desfalcos puede verse como un soplo de aire fresco saber que también un juez puede caer bajo el peso de la ley), es evidente que toda la película gira en torno al abogado y al juez, a sus disputas, gritos y lágrimas. Y por ello eran necesarios dos actores capaces de estar a la altura, dos monstruos interpretativos que, por encima de guiones y escenificaciones, supieran cargar con el peso de la trama en sus espaldas.
Y si Downey Jr. está genial en su papel de hijo, Robert Duvall está sublime en el de padre. Este veterano actor, al que creí ver algo perdido y agotado en la reciente Una noche en el viejo México, de Emilio Aragón), está aquí más en forma que nunca, posiblemente camino al Oscar (al menos en forma de nominación) y comiéndose a todos sus compañeros de escena sin aparente dificultad.
Con una duración algo excesiva (media hora menos habría sido de agradecer), la película es una lucha constante entre dos grandes actores cuya química traspasa la pantalla y  que consiguen que el juicio alrededor de lo que gira todo sea algo secundario y que la incertidumbre de si van a terminar abrazándose o abofeteándose sean más interesante que el veredicto de inocencia o culpabilidad.
Intensa y emotiva, El Juez invita a reflexionar sobre las cosas sencillas de la vida. Y sobre con quién debemos compartirla. Y pocos mensajes hay más importantes que estos…


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