domingo, 9 de agosto de 2015

EL SECRETO DE ADALINE (7d10)

Dirigida por Lee Toland Krieger y protagonizada por Blake Lively (una de las protagonistas de Gossip Girl, pero vista también en Salvajes o Linterna Verde) y Michiel Huisman (el Daario Naharis de Juego de Tronos), aunque con ilustres secundarios como Harrison Ford, Ellen Burstyn, Amanda Crew o Kathy Baker, El secreto de Adaline cuenta la curiosa historia de una joven que, tras un extraño accidente, descubre que su cuerpo deja de envejecer. Aunque sin alcanzar la inmortalidad como tal (nada impide que la dama en cuestión pueda contraer una enfermedad o sufrir un accidente fatal), la película juega con el concepto de la vida eterna como sinónimo de soledad, tal y como se planeara superficialmente en clásicos como Los Inmortales o en miradas reflexivas acerca del vampirismo tales como en Byzantium de Neil Jordan.
No obstante, Krieger tiene el acierto de dotar a su narración de pinceladas de inspirada reflexión acompañadas por un tono agridulce más cercano casi a una comedia romántica que a un ensayo moralista de profundidad sesuda, con lo que consigue una película simpática y bastante redonda que, gracias sobre todo a la convincente interpretación de Lively, consigue conmover sin llegar a resultar pedante.
Descubierto su secreto por las altas esferas del gobierno que pretenden estudiarla como si de un bicho raro se tratase, Adaline debe pasarse su vida huyendo de su propia existencia, cambiando de identidad cada poco tiempo y viendo cómo debe abandonar a sus seres queridos dejando como única herencia de su paso por sus vidas una red de mentiras o sufriendo contemplando cómo los únicos seres a quien permite conocer su secreto envejecen sin remedio mientras ella se mantiene radiante como una flor, descubriendo así que esa especia de don que se le ha otorgado es más bien una maldición.
Ante tal situación, Adeline debe tomar la decisión de plantarse al fin, de dejar de huir y enfrentarse a su verdad, pero el pasado se encargará de perseguirla como un caprichoso juego maquinado por el destino, impidiéndole aferrarse a su propia verdad.
El secreto de Adaline es, sin duda, una triple historia de amor intensa y emotiva. Y digo triple porque contiene su trama un amor romántico, un amor fraternal y el propio amor a la vida que permite empatizar con el carácter optimista y esperanzado de Adaline aun cuando la tentación de sucumbir a su fatalidad pueda revolotear sobre nuestros pensamientos.
La película es, en el fondo, un cuento de hadas, una fábula de explicación imposible que mueve una historia de amor fatal mediante la excusa de la fantasía, tal y como podría suceder en clásicos como Big o títulos más recientes como Una cuestión de tiempo, y para dejar constancia de ello no descarta incluso el uso de un narrador, una voz en off, por cierto, inusualmente bien utilizada y que no molesta al ritmo de la trama, aunque me resulta curioso el intento por justificar de una manera más o menos científica los sucesos que afectan a Adaline, en lugar de recurrir a algo más místico como la magia o, simplemente, un milagro. Quizá la intención de los guionistas sea la de huir sin más del característico tono “navideño” de este tipo de relatos.
Con muy buenas interpretaciones (tenemos a uno de los mejores Ford en tiempo) y un correcto tempo narrativo que mantiene el interés y la emoción hasta el final (lo único que peca un poco de previsible), la película se deja ver como una refrescante lluvia de verano en medio de una cartelera poblada de blockbusters y mediocridad.

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