Que Ciudades de papel pretende
aprovecharse, sin ser una secuela ni parecerlo, del éxito de Bajo la misma estrella es algo tan
evidente que ni sus realizadores pretenden disimular, incluyendo a modo de chiste/homenaje
el fugaz de Ansel Elgort, pero utilizar una grafía parecida en su cartel y un
estilismo visual similar puede servir para identificar novelas de un mismo
autor, pero no para conseguir que dos películas tengan la misma calidad.
Ciudades de papel se basa en un escrito de
John Creen, pero ahí se terminan sus semejanzas con Bajo la misma estrella. Mientras aquella reflejaba con insólito
optimismo una visión inaudita sobre el cáncer convirtiendo la limitación de la
esperanza de vida de dos jóvenes en una oportunidad para disfrutar al máximo de
su escaso tiempo juntos, en esta ocasión la cosa es mucho más sencilla y
descafeinada, una simplista mezcla entre un amor platónico y unas aventurillas
adolescentes por más que la quieran disfrazar el invento en una reflexión sobre
el paso de la adolescencia a la madurez, la pérdida de la inocencia y la
separación de los amigos de la infancia. Vamos, algo muchas veces visto en
pantalla aunque pocas veces con la brillantez de Rob Reiner en Cuenta conmigo y al que el director Jake Schreier no logra ni
por asomo acercarse.
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