domingo, 11 de septiembre de 2016

KUBO Y LAS DOS CUERDAS MÁGICAS: Misticismo japonés preciosista.

Pese a su apariencia totalmente oriental, Kubo y las dos cuerdas mágicas es la nueva creación de Laika, una pequeña productora independiente de Estados Unidos centrada en la técnica del Stop-Motion y que ya ha creado pequeñas maravillas como Los mundos de Coraline, El alucinante mundo de Norman y Los Boxtrolls, dirigida por el propio presidente de la compañía, Travis Knight.
Con una muy cuidada ambientación y una extrema belleza en sus paisajes, Knight se ha esforzado por cuidar hasta el último detalle de una historia de magia y aprendizaje en el que un niño huérfano debe enfrentarse a fuerzas de la oscuridad para lograr reunir tres piezas místicas de una armadura de samurái con las que proteger a su pueblo, tal y como tratara de hacer en el pasado su difunto padre.
Con un reparto estelar en su doblaje original (Charlize Theron, Ralph Fiennes, Matthew McConaughey y Rooney Mara acompañan al protagonista Art Parkinson), la película rememora el estilo de los estudios Ghibli, encontrándose también algo de Kurosawa en su mensaje, con una argumento oscuro y dramático dónde solo la aportación de dos personajes secundarios pero imprescindibles, una mona y un escarabajo, aportan las suficientes dosis de humor para recordarnos que estamos ante una película infantil.
Kubo y las dos cuerdas mágicas (que pese a su título ya han avisado desde Laika que no se trata de ninguna saga y que por ahora no están interesados en hacer secuelas de sus películas) es una película de hermosa factura, preciosista y muy respetuosa con la tradición cultural nipona, aunando misticismo y artes marciales con elegancia. 
Pero su gran problema puedas estar en que vive tan anclada a la tradición oriental que puede provocar desinterés en aquellos, como yo, que no nos sentimos especialmente atraídos por la cultura del sol naciente.
Así, Kubo es una película extraordinaria, la mejor de su productora y de lo mejor visto en animación últimamente, casi una obra maestra en lo visual pero que a mí, y esto es algo muy personal y subjetivo, no me interesó demasiado en su propuesta argumental, teniendo una extraña dualidad que provocara que me maravillara lo que estaba viendo a la par que me aburría lo que me estaban contando.

Valoración: Siete sobre diez.

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