sábado, 16 de junio de 2018

NO DORMIRÁS

Da la sensación que el cine de terror lleva unos años en un estado de estancamiento preocupante. Quizá es por eso que cuando alguna película se sale de lo preestablecido, aunque sea con una historia muy clásica y reconocible, como el caso de Un lugar tranquilo, se convierta en un clásico inmediato.
Después de un tiempo en que todo eran fotocopias y secuelas, parece que ahora lo que se busca es dar un toque de originalidad a los argumentos, ya sea estrujándose un poco las mentes o recurriendo a casos reales, pero al final todo suele derivar en más de lo mismo. Eso sucedía con la decepcionante Winchester, que con un punto de partida apasionante terminaba siendo un compendio de clichés y calcos de cualquier película de género el montón, y ese es precisamente el caso de No dormirás.
Producida a tres manos entre España, Argentina y Uruguay, No dormirás tiene un punto de partida apasionante, que podría haber dado pie a una película muy interesante si los guionistas hubiesen apostado por una trama delirante pero realista en lugar de buscar el film de terror convencional con psiquiátricos abandonados de por medio. Y es que la historia de una creadora que quiere llevar el mundo del espectáculo hasta límites imposibles e incita a sus actores a entrar en una especie de estado de trance después de días sin dormir para entregarse al máximo al espectáculo, una suerte de perfomance límite, es muy interesante. 
Ahí había una reflexión sobre los límites del artista, el precio de la fama y ese uso del estado de insomnio para transformar al actor en su personaje puede servir como metáfora del uso que otros hacen de drogas o de los extremos a los que algunos amantes del método son capaces de llegar para conseguir una mimetización tal que llega a ser imposible establecer dónde termina el actor y comienza la actuación. Es decir, que podría haber sido una fábula aterradora y angustiante sin necesidad de recurrir al terreno de lo sobrenatural, algo similar a lo que proponía Aronofsky en la desasosegante Cisne negro.
Pero no, en lugar de eso, el director Gustavo Hernández prefiere mirarse en los espejos de gente como Balagueró o Bayona y conformarse con una historia de fantasmas que, en el caso de los directores mencionados les ha funcionado perfectamente, pero que aquí adolece demasiado de un guion que hace aguas hasta el extremo de terminar siendo una solemne tontería, absurda y sin sentido.
Visualmente, la película es impecable. Hernández demuestra su talento en una ambientación exquisita y aterradora, y el trío protagonista está a un gran nivel, con una Belén Rueda cada vez más cómoda como reina del terror gótico patrio y una convincente Eva de Dominici, creíble en ese descenso a los infiernos que vive y capaz de iluminar cada plano con su belleza hipnótica. Eso sí, respecto a la estupenda Natalia de Molina da la sensación de que el tener que hablar con acento argentino termina por lastrar un poco sus esfuerzos interpretativos.
Todo el problema, como digo, está en el guion, que a medida que avanza el metraje se va adentrando en un terreno más torpe y previsible, con unos cuantos sustos telegrafiados (¿de veras en esta época pretenden que alguien se asusten con fantasmas que aparecen de dentro de un armario, debajo de la cama o reflejados en espejos?) y unos giros argumentales incomprensibles, además de tramas secundarias que no van a ningún sitio y trampas que pretenden engañar al espectador pero terminan engañando al propio director, que termina por perder el rumbo de la historia. Eso por no decir de lo ridículo que es que unas personas que se fuerzan al límite por no dormir se pasen todo el tiempo a solas, en habitaciones con camas o escondidos en lugares oscuros.
De poco vale planos tan hermosos como el del incendio cuando narrativamente no tienen ningún sentido. No es este lugar para detallar los muchos absurdos de la trama, por eso de los spoilers (aunque viendo alguno de los carteles de la película que no voy a poner aquí, no parece que eso les preocupe mucho a los productores), pero mi conclusión final es que, o bien el guionista llevaba también varios días sin dormir cuando terminó el libreto o bien yo soy muy corto y no entendí nada de lo que me querían contar.
En fin, una lástima, porque la cosa prometía mucho, pero el desastre es tan grande que el título de No dormirás resulta contradictorio. En varios momentos de la trama dormir es lo que más apetecía.
Eso sí, ¿he dicho ya lo guapa que sale Eva de Dominici?

Valoración: Cuatro sobre diez.

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