martes, 3 de septiembre de 2019

OBJETIVO: WASHINGTON, D.C.

Cuando en 2013 Antonie Faqua derrotó en su enfrentamiento en taquilla a Asalto al poder, de Ronald Emmerich, en la entretenida Objetivo: La Casa Blanca, ya comenté que la película habría sido una buena secuela de Jungla de Cristal, aunque carecía del humor socaron y carisma de Bruce Willis. Poco se imaginaba nadie que ese iba a ser el inicio de una nueva saga que, de paso, serviría para sostener la decaída carrera de Gerard Butler, aunque con Faqua fuera de la ecuación lo cierto es que cada entrega ha sido inferior a la anterior.
A modo anecdótico, la saga “objetivo” ha tenido otro elemento en común con Jungla de Cristal: el poco acierto de los traductores al poner su título en original. Siendo tan prácticos al traducir la mucho más metafórica Olympus has fallen (La caída del Olimpo), fueron a lo fácil con la secuela (Objetivo: Londres por Londres has fallen), viéndose en la encrucijada de no saber como hacerlo con esta Angel has fallen y limitarse a Objetivo:Washington, D.C., aunque eso no tenga nada que ver con la realidad.
En efecto, esta película no va contra ningún objetivo concreto del poder, sino que el propio protagonista, Mike Banning, será la víctima de los villanos de turno (él es el ángel al que se refiere el título, ya que su trabajo es el de proteger al Presidente de los Estados Unidos). La manera de hacerlo es convirtiéndolo en aparente villano, haciendo que todas las fuerzas del orden vayan a por él. Nada nuevo bajo el sol, ya pasaron por eso, sin ir más lejos James Bond o Ethan Hunt. Y el recurso de solicitar ayuda a un padre con quien apenas tenía contacto tampoco es para nada novedoso. La nueva Shaft es el ejemplo más reciente que me viene a la mente de ello.
Con un argumento, pues, para nada original. Podríamos tratar de agarrarnos al trabajo de un director, el tercero de la saga, de escaso currículo. Ric Roman Waugh es conocido por El mensajero y poco más, pero en un film con Dwayne Johnson lo cierto es que el director suele ser lo de menos. Además, en un tiempo en que realizadores como los hermanos Russo, Joss whedon, Chad Stahelski o David Leitch han conseguido que nos olvidemos de esas cámaras temblorosas y de escenas de acción confusas en las que apenas se ve nada que tan de moda pusieron Paul Greenglass y compañía, Waugh vuelve a pecar con una puesta en escena nerviosa que afea la posible espectacularidad el film.
Con esto, solo nos queda agarrarnos al magnetismo de ese presidente que a todo el mundo le gustaría tener encarnado por Morgan Freeman y en la presencia de un Butler al que le pesan los años, pero sigue dando la talla para la acción (Radha Mitchell ha huido a tiempo y su personaje es encarnado aquí por Piper Perabo).
La película no aburre, desde luego, y la falta de interés provocado por el previsible argumento se compensa con explosiones y un gran Nick Nolte (de lejos, lo mejor del film), pero viendo de dónde veníamos, la saga parece ya finiquitada, condenada a ser un entretenimiento sin más interés que el de evadirse de la realidad durante un par de horas para volver a nuestra vida cotidiana tras el fundido final, sin necesidad de recordar siquiera nada de lo que acabamos de ver.

Valoración: Cinco sobre diez.

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