sábado, 24 de octubre de 2020

Cine: NO MATARÁS

Desde hace ya unas cuantas películas, la filmografía de Mario Casas ha venido definida por su loable esfuerzo de romper con esa imagen de chico guapo encasillado en un cine comercial diseñado para un target fundamentalmente adolescente.

No matarás es un paso más en ese camino pedregoso en forma de película incómoda casi al mismo nivel de El practicante, cuyos estrenos casi solapado habrá que ver si no le pasa factura entre sus fans más acérrimas.

Además, No matarás cuenta con una de esas realizaciones casi experimentales que abusa del plano corto, que sin llegar al nivel de El hijo de Saúl (por lo de seguir al personaje de Casas con la cámara pegada a su cogote) recuerda bastante.

También hay en su más algo del Jo, que noche de Martin Scorsese, con un descenso a los infiernos de un chaval algo introvertido que tras la muerte de su padre (al que ha dedicado los últimos años) puede aspirar a empezar a vivir de verdad. Sin embargo, un encuentro fortuito con una chica que engrandece el concepto de «tóxica» precipita un sinfín de situaciones violentas y enfermizas que, en una sola noche, marcará la historia del protagonista, transformándolo para siempre.

Personalmente, no soy muy amante del estilo visual que propone David Victori, demasiado sucio e intimista, pero hay que reconocerle su bien trabajo a la hora de conseguir un ritmo endiablado y adrenalítico, un ritmo que permite que, durante el visionado, se pasen por alto algunos límites que el guion supera, amenazando con desafiar nuestra credulidad.

Sé que sin duda el punto más polémico del film sea su escena final, un desenlace abierto a interpretaciones y que puede provocar la indignación del espectador medio. No seré yo quien critique las películas que invita al espectador a pensar, suponiendo casi un desafío, pero creo que Victori desaprovecha la oportunidad de cerrar el proceso de transformación del protagonista de manera brillante tan sólo con una apuesta diferente del uso de la cámara. Pero claro, esto ya sería jugar a ser director, y se trata de valorar la película que he visto y no la que me gustaría ver.

Al final, lo que queda es otra gran interpretación de Casas y el ritmo trepidante, junto a una atmósfera tan acertada como forzada.

 

Valoración: Siete sobre diez.

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