domingo, 13 de febrero de 2022

Visto en Netflix: ARCHIVO 81

Hubo un tiempo en que el nombre de James Wan era garantía de éxito, desde sus propuestas más aterradoras a otras más comerciales, ya sean con superhéroes acuáticos o coches furiosos. Pese al patinazo de su última película, donde no termina de funcionar es en su faceta de productor, sobretodo tomando como referencia los spin off de su Universo Warren.

Archivo 81 es una serie muy en su línea cuya autoría comparte principalmente con Rebecca Sonnenshide, quien ejerce además como showrunner de la misma.

La premisa de la serie, que parece estar gustando mucho, es sencilla. Un restaurador audiovisual con traumas en su pasado es contratado para reparar unas cintas de vídeo que podrían tener la clave sobre un incendio que devoró el edificio Visser. Eso permite combinar el suspense que provoca el aislamiento y la paranoia del protagonista con la historia de la otra protagonista, la autora de los vídeos, cuya trama se desarrolla en gran medida mediante found footage.

No voy a negar que hay momentos en los que el misterio amenaza por atraparme y que con cada cliffhanger me quedo con ganas de saber más sobre lo sucedido, pero mi gran problema con la serie es no haber sido capaz de conectar nunca con sus dos protagonistas. No tengo claro si es culpa del guion, la interpretación o la dirección de actores, pero ni me los creo ni consiguen que me importe lo más mínimo lo que les ocurra. Puede que sea debido, en gran medida, de las decisiones absurdas que timan cada dos por tres, pero tras varios capítulos contemplando a Mamoudou Athie mirando con cara de pasmo a cámara de dejado de sentir el más mínimo interés por lo que suceda, y cuando la serie pretende al fin arrancar, alterando incluso sus propias reglas, a mí ya me han perdido.

En fin, que la propuesta tiene su interés y hay algún mal rollo latente, pero a mi no me ha convencido en absoluto, y ese final que no es final pues queda todo en suspenso en espera de una segura temporada ha sido la gota que ha colmado el vaso para confirmar que no perderé mi tiempo cuando llegué (si llega) esa contribución necesaria para darle algo servido a toda esta tontería que sólo suéter, en ciertos momentos, como homenaje nada sutil a muchos iconos del terror a los que le gustaría parecerse.

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