domingo, 25 de marzo de 2018

A SILENT VOICE

A silent voice (que se podría traducir como algo parecido a “Una voz silenciosa”) es un Anime de Naoko Yamada basado en el manga Koe no Katachi, producida por Kyoto Animation y estrenada en su país de origen hace ya dos años. Es probable que el hecho de que se haya decidido estrenar ahora corresponda al éxito que el año pasado tuvo Your name, un éxito que pilló a muchas distribuidoras desprevenidas y que tuvo una exhibición muy inferior a la merecida.
A silent voice, sin embargo, poca relación tiene con el Anime anterior más allá del tono adulto y de un ritmo lento con el que aprender a conocer y lidiar con los personajes, unos adolescentes propios del género y reflejos de la sociedad en la que les ha tocado vivir.
Pese a ser un film de animación, A silent voice sorprende por su dureza, tratando temas como el acoso escolar, las discapacidades, la incomunicación e incluso el suicidio juvenil.
Shoko es una chica sorda, con lo que casi podríamos estar hablando de una nueva “burbuja cinematográfica “ (guiño, guiño), después de las películas Mudo (Mute) y La forma del agua (de hecho, la traducción literal del título original de esta película sería algo así como “La forma de la voz”), y cunado llega a una nueva escuela se convierte en el objetivo de las burlas y los ataques de la mayoría de sus compañeros, encabezados por Shoya. Pero la situación se revierte cuando los profesores descubren lo sucedido, y después de que Shoko se vea obligada a abandonar la escuela, Shoyo se verá enfrentado con sus propios amigos, convirtiéndose ahora él en el paria marginal que lo impulsará, en la escena que abre la película, a una tentativa de suicidio.
No es, a priori, un argumento demasiado infantil, aunque el film está claramente destinado a un público joven con intención de instruirlo y demostrarle las consecuencias de sus acciones. Sin embargo, quizá precisamente por querer tratar un tema tan espinoso como este, la película da demasiadas vueltas sobre sí misma, resultando por momentos reiterativa y agotadora.
El arranque, en forma de flashforward con Shoyo a punto de saltar desde un puente, resulta inquietante y atrapa al espectador haciendo que se interese por lo que está sucediendo, lo mismo que su angustiante final, sobretodo a raíz de cierta escena durante una fiesta con fuegos artificiales y lo que después sucede, pero todo el tramo intermedio resulta demasiado lento y contemplativo, con una insistencia machacona sobre el mismo concepto, quizá con los productores preocupados por que el mensaje no llegue de forma adecuada a sus receptores. Es por eso que el conjunto total (129 minutos claramente excesivos) se hace demasiado pesado y provoca cierta acumulación de bostezos, aunque la premisa argumental, la valentía conceptual y la emotividad que provoca justifique al menos su visionado.

Valoración: Seis sobre diez.

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