jueves, 8 de marzo de 2018

HÉROES EN EL INFIERNO


Mientras uno contempla Héroes en el Infierno no puede evitar sentir cierta sensación de agotamiento. Estamos ante la clásica película inspirada en hechos reales que sirve de vehículo para glorificar a un puñado de héroes (totalmente desconocidos para el público ajeno al lugar donde se desarrollaron los hechos) que bien podría definirse como una especie de Llamaradas (aquel clásico de Ron Howard de 1991) versión forestal, bajo la batuta del Clint Eastwood de turno, una especie de dramón televisivo con el presupuesto justo para unas panorámicas llameantes efectivas y un reparto de campanillas que aspire a atraer al público a las salas.
Sin embargo, entre el tedio que puede provocar ver escenas de intervenciones de la compañía Granite Mountain Hotshots en incendios varios con resultados satisfactorios, la “familia” que esta compañía conforma empieza a calar en el espectador, llegando a interesar más sus problemas familiares que las supuestas heroicidades, dirigidas con corrección pero carentes de la épica necesaria.
Es a mitad de la película cuando nos empezamos a dar cuenta de que estamos siendo manipulados, de que la cuestión de los bosques es una mera excusa para que compartamos las vidas de los protagonistas y los conozcamos lo suficiente para golpearnos en el momento final, cuando llegue el fuego que de verdad cuenta.
Es cierto que, llegados a ese punto, la película es un ejemplo de esos de pornografía sentimental sin más intención que la de reconducir nuestros sentimientos, pero posiblemente sea ya tarde para protestar por ello. Llega el momento en que la mayoría de la sala del cine (que ni mucho menos esperen que esté llena) está con pañuelos empapados. Y como ese es el objetivo final de la película, y cumple a la perfección con ello, ¿qué importa que nos sintamos manipulados?
Héroes en el Infierno no es ni más ni menos que eso, un relato sobre un puñado de gente que se juega la vida a diario y el homenaje a los mismos, aunque quizá falla en la necesidad de hacer extensible ese homenaje al resto de profesionales del país (o del planeta, ya puestos), personificando demasiado la emotividad en ellos, insinuando incluso la incompetencia de algunos cuerpos que les rodean para que con ello queden más glorificados. Perjudicada por un alargado metraje (demasiados incendios intrascendentes previos), la película se beneficia de su impactante final y del propio desconocimiento de los hechos reales, amén de ver a un grupito de actores de relumbrón entre los que destacan Miles Teller y Josh Brolin pero que cuenta también con participaciones de Jeff Bridges, Jennifer Connelly, Taylor Kitsch y la desaparecida Andie McDowell.
Valoración: Seis sobre diez.

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