jueves, 23 de mayo de 2019

BORDER

Quizá a bote pronto el nombre de John Ajvide Lindqvist puede que no nos diga nada, pero si lo relacionamos con su primera novela, Déjame entrar, ya la cosa cambia. Tras haberse encargado de escribir el guion de la adaptación sueca de su obra vampírica, ha vuelto a repetir como guionista en Border para adaptar a la pantalla grande su relato corto Gräns.
Es importante comenzar hablando del autor para entender lo enfermiza que puede llegar a ser esta película, un título que, por otro lado, parte de una premisa original y que para nada se prevé pueda llevar al espectador hasta donde lo lleva.
Tina es una mujer físicamente muy desagradable que trabaja en el departamento de policía gracias, sobre todo, a una curiosa habilidad: es capaz de reconocer los sentimientos de la gente a través de su olfato, lo que le es muy útil cuando se encuentra en el puerto fronterizo entre Suecia y Finlandia. Vive con un hombre en una cabaña aislada en medio del bosque, y aunque su apática vida parece sencilla, todo cambiará para ella cuando conozca a una persona bastante más parecido a ella de lo que podría imaginar.
Poco más se puede contar sobre esta película que va transformándose a medida que avanza la acción (lenta y angustiante), mutando de un género a otro y sorprendiendo (y desconcertando) con cada nuevo giro del guion. Es, eso queda patente desde el primer momento, una fábula sobre la soledad y el aislamiento, ya sea por causas físicas como morales, pero también sobre la degradación de la sociedad. Border es, en primera instancia, un canto por la libertad, pero con la advertencia de que esa libertad también tiene un precio.
Pese a estar catalogada dentro del género fantástico, casi con toques de terror, Border no es una película para todos los gustos. Su planteamiento, hipnótico por lo atrayente de su trama, es a la vez desagradable, haciendo gala de una fealdad incómoda (magnífico el maquillaje de los dos protagonistas) y camina hacia unos derroteros ciertamente sombríos.
La mejor baza de Border es que, tras el puñetazo en el estómago en que puede convertirse su visionado, deja un poso en el espectador que hace que la película permanezca con él, para bien o para mal, durante mucho tiempo. Y ello es un mérito del director, el desconocido Ali Abbasi, que arriesga lo suficiente como para componer una película desagradable y hermosa a la vez.


Valoración: Siete sobre diez.

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