sábado, 2 de julio de 2016

DIOSES DE EGIPTO: alucinógena borrachera visual

Después del maltrato que ha sufrido por parte de la crítica americana y la desproporcionada reacción del director Alex Proyas ante las mismas, tenía mucha curiosidad por ver que podía salir de este delirio colorista y visual que, la verdad, poco auguraba a tenor de algunos trailes y posters vistos.
Y, la verdad, Dioses de Egipto no es una buena película, pero tampoco es para tanto. En un año donde los cacareados blockbusters están demostrando una mediocridad preocupante que se está dejando notar en las taquillas (y más si los comparamos con los del año pasado), la nueva película del autodenominado “visionario” director no deja de ser una muestra más de la simpleza que pulula por el Hollywood actual, donde el dinero prostituye a la imaginación y el más, de nuevo, es menos.
El antiguo Egipto siempre ha despertado una fascinación mágica en el mundo del cine, y Proyas, amparándose en su rica y extensa mitología, algo muy habitual en caso de deidades griegas y romanas pero que apenas se había tratado de pasada en lo que a Ra y su prole se refiere, crea una historia de rivalidad fraternal y amor incondicional.
Dioses de Egipto no pretende, ni mucho menos, tener una mínima fidelidad histórica, por lo que las críticas que está recibiendo tanto en este aspecto como en la utilización de actores occidentales para representar a los personajes egipcios me parecen vacuas y fuera de lugar. 
Todo esto es una fábula, un cuento de luchas de egos, un enfrentamiento inspirado directamente en cualquier comic de superhéroes trasladado al hermoso valle del Nilo. Pero ello no significa que no haya que pedir un mínimo de verosimilitud a la historia, que funciona medianamente cuando la confrontación entre Horus y Set está interpretada por Nikolaj Coster-Waldau y Gerard Butler pero que saca de la película al espectador más entregado en sus contrapartidas digitales, un despropósito visual confuso en el que no lucen para nada los 140 millones de presupuesto. Quizá el problema es que tengamos demasiado reciente el magnífico prólogo de X-Men: Apocalipsis (sin duda lo mejor del film) y la sobriedad con la que Bryan Singer muestra su versión del antiguo Egipto, más contenida pero también más espectacular que la que Proyas nos propone.
Poco importa aquí la trama, que como en muchas películas de corte similar es una mera excusa para plasmar en imágenes los delirios visuales de Proyas, director que desde su debut en El Cuervo y su consolidación con Dark City ha ido claramente a peor hasta convertirse en un realizador maldito enfrentado a gran parte de la industria. Cierto es que no debe condenársele en exceso por la superficialidad de una trama, por más que él mismo pretenda disfrazar la película por momentos de épica y trascendental, pero el aura artificial con que en todo momento dota a la imagen la hacen en ciertos momentos insufrible, provocando no pocos instantes de desconexión que pueden llegar a resultar fatales.
Sin embargo, sus más de dos horas de metraje pasan en un suspiro y, aunque amenaza con hacerlo en algún momento, no llega a aburrir, consiguiendo ser un entretenimiento pasajero y palomitero suficientemente digno para hacerla merecedora de un aprobado. Quizá el secreto radique, en el fondo, en sus intérpretes, que sin esforzarse demasiado aportan el carisma suficiente para ayudar a digerir tanta armadura dorada y tanto empalague de color que pululan por este Egipto tan plástico. Al atribulado Coster-Waldau y el socarrón Butler ya mencionados (que sí, son un calco de sus personajes en Juego de Tronos y Objetivo: Londres, por poner dos claros referentes, pero de eso se trata en el fondo, ¿no?) hay que añadir la presencia de Brenton Thwaites, un joven que amenaza como alzarse como la pieza insoportable del film pero que termina adaptándose a su personaje de mortal destinado a convertirse en héroe con aceptable firmeza. Además, es de agradecer las muchas caras reconocibles que pasean por el film, tales como Elodie Yung (Elektra en el Dardevil de Netflix), Chadwick Boseman (Black Panther en Capitán América: Civil War), Geoffrey Rush (Barbossa en Piratas del Caribe), Rufus Sewell (uno de esos eternos secundarios perfectamente reconocible) o Courtney Eaton (una de las “novias” en Mad Max: Fury Road).
Dioses de Egipto falla en muchas cosas, sobre todo cuando aspira a algo más que ser puro cine de consumo, pero si la aceptamos por ser precisamente eso y nada más permite pasar un rato entretenido. Al fin y al cabo, ¿quién pretende encontrar algo diferente en una historia que trata sobre dioses egipcios dándose de leches?

Valoración: Cinco sobre diez.

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