Hace
ya bastante tiempo que Spielberg perdió su tirón comercial. Pese a haber sido
capaz en los últimos tiempos de grandes películas como El puente de los espías,
han sido más sus meteduras de pata, tanto en el terreno “serio” como eran War
Horse o Lincoln como en el campo de lo fantástico, con Las aventuras de
Tintín: El secreto del Unicornio o Mi amigo el gigante.
Este
año, el antaño Rey Midas de Hollywood va a probar suerte en ambos géneros,
siendo Los archivos del Pentágono la primera en llegar.
Inspirada
en los hechos reales acontecidos a principios de los años 70 con el
descubrimiento por parte del New York Times de un informe encargado por el
propio gobierno de los Estados Unidos según el cual la guerra de Vietnam estaba
condenada desde el principio, revelando las mentiras que contaron
indiscriminadamente varios presidentes hasta llegar al Nixon actual, Spielberg
constituye una película brillante y muy honesta sobre el ejercicio periodístico
y la búsqueda de la verdad, sin importar el precio a pagar por ello.
Con
el New York times momentáneamente fuera de juego es turno del Washington Post,
en una difícil situación por la muerte de su dueño y las dudas sobre la
capacidad de su viuda (¡¡una mujer!!) de mantenerse al frente del mismo, quien
debe decidir si seguir con las revelaciones o agachar la cabeza ante el
gabinete de Nixon.
Poco
importa lo que suceda con la noticia. No solo por ser un caso real de sobras
conocido, aunque el desarrollo de la trama tampoco deja mucho hueco para las
sorpresas. Hay alguna subtrama, como la del futuro en bolsa del diario de la
capita l, que tampoco termina por resultar demasiado relevante. Lo que en el
fondo pretende Spielberg es ofrecer un tributo al ejercicio periodístico, una
profesión demasiado en tela de juicio últimamente, y aprovecha la coyuntura
actual del gobierno de Trump para realizar una interesante metáfora entre el
pasado y el presente que demuestra lo poco que cambian las cosas. Incluso el
mensaje feminista que oculta tras el personaje al que da vida Meryl Streep
podría pertenecer a un contexto actual, más con el movimiento contra los abusos
sexuales y de poder que se están propagando por todo Hollywood.
En
ese sentido, Spielberg apuesta sobre seguro y confía en actores del talento de
la Streep y Tom Hanks para dar vida a los protagonistas, aunque el listado de
secundarios no es nada baladí, con gente como Bradley Whitford, Bob Odenkirk,
Bruce Greenwood, Michael Stuhlbarg o la cada vez más destacable Allison Brie.
Sin embargo, esa apuesta segura en el reparto, junto a la visión tan clasisista
de su realización, restan sensación de riesgo a una película que, aún siendo
muy buena no alcanza la categoría de brillante. Es, posiblemente, la película
donde se ve menos la mano del director, mientas que el noble tributo que se
ofrece a la profesión de prensa se ve empañado por la sencillez de la historia.
Hay muchas referencias (y la escena final así lo demuestra) a Todos los hombres
del presidente, aunque no hay aquí la intriga de aquel estimulante thriller
político, mientras que pierde también en la comparativa de otra película de
similares intenciones como fue la reciente Spotlight, la cual no solo recordaba
como era la época en la que el periodismo luchaba por defender la verdad por
encima de todo sino que invitaba, además,al debate con respecto al tema a
tratar, debate que no llega a existir en ningún momento de Los archivos del
Pentágono.
Es
por ello que esta última película de Spielberg es una gran obra, emotiva y muy
intensa, pero que no llega a aportar nada suficientemente destacable como para
mantenerla en la memoria tras su visionado. Sí, refleja una época y acusa a
aquel que abusa de su poder, pero todo suena a ya visto y sabido y más allá de
la corrección visual y narrativa se diría que uno espera mucho más de
Spielberg, al que el instinto parece haberle caducado (¿o quizá sea simple
acomodamiento?).
En
un par de meses llega el Spielberg fantástico con Ready Player One. Será la prueba definitiva de si este otrora gran
director sigue en la cresta de la ola o debemos aceptarlo como un correcto artesano,
pero poco más.
Valoración:
Siete sobre diez.
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