domingo, 7 de octubre de 2018

OLA DE CRÍMENES

Viendo las primeras críticas negativas de Venom, y ante lo poco que me apetecía el adulcoramiento que esperaba de Christopher Robin, esta era, a priori, la película que esperaba con más ganas de entre los estrenos del viernes, principalmente por la presencia siempre estimulante de Maribel Verdú, ya que me cuesta recordar una película suya de los últimos años que me haya decepcionado (incluso la flojita Fin tenía elementos de interés). 
Sin embargo, una vez vista, Ola de crímenes ha dejado mucho que desear. No porque sea una mala película, sino porque es demasiado simplona y va siempre a lo fácil. Juan Luis Caviaro lo define perfectamente en su comentario para el portal Espinof: es demasiado negra para considerarla una comedia ligera pero demasiado ligera para ser una comedia negra.
Gracia Querejeta vuelve a dirigir a la Verdú tras la interesante experiencia en Felices 140 en una trama desmadrada llena de crímenes y giros de guion imprevisibles, un poco en la estela de títulos como ¿Quién mató a Bambi?, con un reparto espectacular aunque, en la mayoría de los casos, infrautilizado. En el fondo, Maribel Verdú es duela y señora el cotarro y la cámara sólo se centra en ella (quizá en exceso, hasta el punto de que si la película la hubiese dirigido un hombre habría encontrado en ella un evidente toque machista). 
La historia parte del asesinato del exmarido de la protagonista, Leyre (un ejemplo de lo que comentaba del reparto, la presencia de Luis Tosar aquí es casi anecdótica) en manos de su hijo y la cadena de acontecimientos que ello provoca, con policías corruptos, tramas empresariales oscuras (cualquier comparación con el retrato de realidad social de El reino es pura fantasía) y mafiosos e poca monta. Todo es muy delirante, pero a la vez muy tonto, buscando los trucos de prestidigitación en sus trampas de guion que no se molestan en ningún momento en resulta mínimamente verosímiles.
Con ello, el gran trabajo de casting se ve empañado por unos diálogos simples y un guion que no les permite trabajar demasiado sus personajes, con lo que ni siquiera los esfuerzos de Maribel Verdú logran que la película alce el vuelo en ningún momento.
Con todo, dejando las exigencias de lado (si alguien quiere una buena comedia española todavía puede encontrar Yucatán en los cines), la película resulta entretenida, y al menos la puesta en escena de Querejeta es elegante y funcional.
Poco más se puede rascar en una película que posiblemente se olvide rápido y quede como una simple anécdota dentro de la filmografía de sus protagonistas, una broma simpática en una época en que la comedia española merece, por méritos propios, una mayor exigencia.

Valoración: Cinco sobre diez.

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