sábado, 2 de febrero de 2019

BAJO EL MISMO TECHO

La premisa de Bajo el mismo techo es muy clara: Divorcio + hipoteca = guerra. Bajo ese concepto, es de suponer que lo que iba a salir de aquí sería una comedia muy desmadrada que analizara la actualidad de la guerra de sexos, pero han pasado ya treinta años desde La guerra de los Rose, de Danny DeVito y la cosa no parece haber cambiado tanto.
La mención a la película protagonizada por Michael Douglas y Kathleen Turner no es casual. Las similitudes son tantas que incluso, supongo que, como aceptación a lo innegable, se llega a mencionar en un momento dado de la película, aunque los resultados estás a una distancia infinita.
Dirigida y co-escrita por Juana Macías, la película tiene un buen punto de partida, pero todo se va al garete en el mismo momento en que se intuye que la más mínima denuncia social ha quedado relegada a la simple anécdota para dejarlo todo en manos del humor más aparatoso y casi hasta grotesco, mientras que los protagonistas están delimitados por unos personajes apenas dibujados, totalmente arquetipos (ni faltan ni los clásicos amigos como apoyo narrativo), que impiden que Jordi Sánchez y Silvia Abril (viejos conocidos) puedan lucir como saben, quedando limitados a simples caricaturas condenadas a la exageración.
Toda buena película de enfrentamientos debe invitar al espectador a inclinarse hacia uno u otro bando, siendo la película que aporta suficientes motivos por ambas partes como para crear la duda la que merece una mayor consideración. En este caso, el enfrentamiento entre los protagonistas, en lugar de servir como base para una reflexión conciliadora e integradora, no hace más que promover el desprecio irracional hacia el género contrario, invitando a que el espectador masculino se decante hacia el protagonista masculino y el espectador femenino haga lo propio con el personaje de ella. Craso error, que solo puede aspirar a trasladar a la pantalla las miserias de la vida real. Y más cuando, siendo mujer la directora, es imposible alcanzar ese equilibrio tan necesario para que el invento funcione, haciendo que su desenlace roce casi lo insultante.
Bajo el mismo techo tiene muchas situaciones locas y disparatadas, y eso sin duda conectará con un cierto tipo de público que peda llegar a soltar más de una carcajada (alguna escuché en el cine donde la vi), pero que desde mi punto de vita resulta tan estúpida y superficial, tan cliché y plana, que apenas logro hacerme sonreír en un par de ocasiones, logrando indignarme más que divertirme.
Y es que, sin menospreciar a ninguno de los actores, los que menos culpa del despropósito tienen (de hecho, Daniel Guzmán y Malena Alterio son de lo mejorcito que hay), el ver un reparto tan claramente televisivo ya anticipaba por donde iban a ir los tiros. Y es que los tiempos del humor televisivo fácil ya han pasado. Y este, además, casi nunca ha funcionado en su trasvase al mundo cinematográfico.

Valoración: Cuatro sobre diez.

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