sábado, 9 de febrero de 2019

MARÍA, REINA DE ESCOCIA

La historia de los Estuardo, más concretamente de María I de Escocia (es decir, Mery Stuart, que en esta época empieza ya a rechinar eso de traducir los nombres propios), no es algo novedoso en el mundo del cine. A bote pronto me vienen a la cabeza las interpretaciones que de esta malograda monarca hicieron Katherine Hepburn en la versión de John Ford del 36 o la de Vanessa Redgrave en la adaptación que hizo Charles Jarrot en 1971, por no mencionar las visiones de la historia desde el punto de vista de su contrapartida inglesa, Isabel I, en Elizabeth, la edad de oro, en la que Samantha Morton daba vida a María y Cate Blanchett a Isabel.
En la era del #meetoo, era inevitable ver en pantalla otra recreación de la época en que dos mujeres pugnaban por el poder en la siempre difícil relación entre Escocia e Inglaterra, y ha sido también una mujer, la debutante Josie Rourke, quien se ha hecho cargo del proyecto de María, reina de Escocia. Rourke tenía amplia experiencia como directora artística teatral, y ello se ve reflejado en el cuidadoso diseño de producción del film, con una puesta en escena elegante y detallista que, junto al trabajo de sus dos intérpretes principales, constituyen lo mejor del film.
No es momento ahora de descubrir los innegables valores de Saoirse Ronan y Margot Robbie, que, aunque no hayan sido tenidas en cuenta de cara a los Oscar de este año (donde sí está representada la película en los apartados de vestuario y maquillaje y peluquería), si se enfrentaron el año pasado por Lady Bird y Yo, Tonya respectivamente, siendo finalmente derrotadas por Frances McDormand. No obstante, ambas hacen un trabajo impecable, adaptándose a la situación de sus personajes a lo largo del tiempo y dando un empaque a la película que peca en ocasiones de un abuso estético por encima del narrativo.
La película es muy interesante, con momentos de épica y emoción, pero adolece de un cierto ritmo errático que hace que por momentos se hubiese agradecido algo de tijera en la sala de montaje. Aún así, estamos ante una propuesta estupenda, un gran retrato de dos mujeres enfrentadas pese a la distancia (aunque el papel de Isabel I es, en realidad, bastante relativo a lo largo de la historia narrada) y cuyo discurso feminista se puede intuir (apreciar incluso), sin que pueda por ello ser tachada de película discursiva.
Una película que interesará a todos aquellos que deseen profundizar un poco más en la historia de la construcción de Gran Bretaña (y que podría formar un tríptico junto a Braveheart y El rey proscrito, aunque de las tres esta es sin duda la más fiel a la realidad) para entender mejor las siempre convulsas relaciones entre Escocia e Inglaterra, además de a todos aquellos que disfruten con las sagas de historias palaciegas y conspiraciones por hacerse con el trono, algo sobre lo que también habla La favorita, película que posiblemente haya eclipsado a esta en los grandes premios también por su propuesta sobre féminas luchando por el poder.


Valoración: Siete sobre diez.

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