sábado, 16 de febrero de 2019

LA BUENA ESPOSA

Con la ceremonia de los Oscar a la vuelta de la esquina, es buen momento para tratar de recuperar alguna de las películas que se escaparon de la cartelera en su momento con opciones a llevarse algún premio, y gracias a las segundas oportunidades que algunos cines dan a las películas más minoritarias he podido acceder a la que, casi con toda seguridad, se va a llevar el premio a la mejor actriz principal para Glenn Close.
Sin ser una mala película, lo cierto es que La buena esposa es Glenn Close y poco más. Sí, la historia es interesante y funciona muy bien y Jonathan Pryce está a la altura como supuesto protagonista, pero la puesta en escena es tan floja que impregna cierto aire de telefilm al resultado final de la misma.
Uno de los posibles problemas de la película (y no sé si es culpa de la productora, de la distribuidora o de la prensa) que desde el primer momento se sabía de qué iba la cosa: de un escritor al que conceden el Nobel cuyos libros, en realidad, son obra de su mujer, mientras que la película pretende mantener el misterio hasta bien avanzada la película. Así, en plena época del ·#meetoo, la denuncia se puede acercar a la de casos reales como Big eyes, de Tim Burton (allí eran cuadros) o la más reciente Colette, aunque en ambos casos se trataba de películas más ambiciosas y de mayor presupuesto.
La buena esposa transcurre en apenas unos días, alrededor de la ceremonia de entrega del premio, y recurre a flashbacks algo innecesarios para rememorar el pasado de los protagonistas. Intenta, eso sí, tocar otros palos, como el sacrificio del hijo de estar a la sombra de un genio, o la duda sobre si para un escritor lo importante es el simple hecho de escribir o el de ser reconocido.
Con todo, sin ser una gran película ni tener una dirección demasiado virtuosa, cumple con su cometido de reflejar las tensiones entre un matrimonio enfrentado por sus respectivos talentos y los diversos roles que deben cumplir de cara a la sociedad y que tiene en el sobrio trabajo de Close su mejor baza, con una interpretación de esas de grandes miradas y largos silencios en los que no necesita decir nada para que se entienda todo.

Valoración: Seis sobre diez.

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