sábado, 2 de febrero de 2019

EL BLUES DE BEALE STREET

Hace apenas un ar de años, el desconocido Barry Jenkins saltó a la palestra al ganar el Oscar a la mejor película con Moonlight(espoleado también por la grotesca equivocación de Warren Beatty y Faye Dunaway), una obra a mi entender sobrevalorada y que parece haber caído en el olvido con el paso del tiempo (y eso es que hablamos casi de antes de ayer).
El blues de Beale Street es su nueva película, y en ella el tema racial vuelve a estar como telón de fondo, aunque acompañado de una historia de amor demasiado acaramelada (y hasta algo cursi) que entorpece la narrativa.
Lo cierto es que el arranque es sorprendentemente bueno, con la joven protagonista anunciando a sus padres y futuros suegros su embarazo, en un momento muy divertido de diálogos afilados que recuerda los momentos más inspirados de Un dios salvaje. Pero es solo un espejismo.
A partir de ahí, la película transcurre en dos corrientes temporales: el presente, en el que el futuro padre está en la cárcel por una violación que dice no haber cometido, y el pasado, en el que vamos conociendo como creció su amor. Al final, mezclando ambas tramas, uno puede encontrar un punto de interés en saber cómo va a desarrollarse la trama judicial, mientras que el resto es puro relleno que no hace más que invitar al aburrimiento. Está bien seguir denunciando el racismo y recordar que las cosas siguen estando muy mal para ciertos colectivos, pero en la época en la que vivimos se debería exigir un poco más de calidad en la denuncia, evitando caer en los tópicos de siempre (esa escena con el poli blanco matón, por ejemplo). Quizá Jenkis podría tomar ejemplo de Farrelly y su magnífica Green Book.
En fin, otra muestra más de la arrogancia de Barry Jenkins, que, pese a querer hablar de los problemas de gente pobre y marginal lo hace desde las alturas, con planos en los que demuestra lo mucho que se gusta a sí mismo, en un ritmo muy lento, buscando (sin conseguir) una poesía nada original. Moonlight me pareció una película floja en su momento, pero al menos me pilló con el pie cambiado y logró sorprenderme lo suficiente como para verle unos méritos que dudo que tuviese. En el caso de El blues de Beale Street no pienso volver a caer en el mismo truco y, pese a que podría estar un poco por encima de aquella, esta vez no me voy a dejar cegar por el brillo de sus artificios.
Aprueba, sí, pero poco más.

Valoración: Cinco sobre diez.

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