lunes, 25 de febrero de 2019

ALITA, ÁNGEL DE COMBATE

En ocasiones, cuando el nombre de un famoso director aparece bien resaltado en el cartel de una película ocupando el puesto de productor, cuesta saber si se trata realmente de una pieza fundamental en la concepción de la película o si se ha limitado a poner su nombre (o su dinero) para darle un poco más de empaque. En el caso de Alita, ángel decombate y James Cameron la implicación de este está fuera de toda duda, a habidas cuenta de que firma el guion (a medias con Laeta Kalogridis) y que la adaptación de este manga ha sido una de sus obsesiones desde hace años hasta que Avatar se cruzó en su camino y se dio cuenta de que no tenía tiempo para todo. 
Fue entonces cuando decidió poner el proyecto en manos de otro director, siendo Robert Rodriguez el elegido. Rodriguez, más cómodo en la acción más callejera (es fiel pupilo de Tarantino y entre sus mejores trabajos están DesperadoAbierto hasta el amanecer y Sin City) que en la ciencia ficción futurista (aunque ya había coqueteado con el 3D en su saga infantil de Spy Kids) parecía una elección algo extraña, pero visto el resultado final del producto se podría decir que el canadiense ha acertado poniendo al chicano a los mandos de su criatura.
Lo cierto es que hay mucho de Cameron en Alita, ángel de combate, desde su estilo visual robótico hasta su tratamiento de los personajes femeninos, y que, pese a que la trama es algo simplista (quizá el punto más débil del film), el empaque visual es sencillamente espectacular, un paso más en dirección a un cine cada vez más digital que, al menos ahora, luce mucho mejor que la ya algo maltratada por los años Avatar. Cameron siempre ha sido un pionero en adaptar nuevas tecnologías al mundo del celuloide, y la creación de esta alita es casi un milagro, logrando dar vida a ese ser de CGI que se asoma bajo el rostro de Rosa Salazar y que empequeñece los logros de tipos como Andy Serkins con personajes tan míticos como Gollum o el Cesar de la trilogía de El planeta de los Simios. Siempre se ha dicho que al crear un personaje por CGI los ojos son lo más difícil de dar vida (que le pregunten al Tarkin y a la Leia de Rogue One) y Cameron y Rodriguez, lo que hacen con Alita es hacérselos aún más grandes (con un par), como mágico homenaje al comic. No hay más preguntas, señoría.
Dejando de lado sus evidentes virtudes técnicas, Alita, ángel de combate, es un grandísimo entretenimiento donde quizá solo falte un villano de más presencia para ser una película redonda. Esto se debe, en parte, al hecho de haber sido concebida con la clara intención de ser el inicio de una saga (parece que ya está confirmada la secuela, gracias a Dios), por lo que el verdadero rostro del mal no se ve hasta el último plano, revelando además la sorpresa del actor que le da (dará) vida, en una jugada idéntica a la que ya hicieran con Johnny Deep en Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Así, la película es una carta de presentación de Alita, una forma se saber quién es y de donde viene y de permitir que ella misma lo descubra también al mismo tiempo que el espectador, consiguiendo así una empatía total y haciéndonos sufrir por sus inquietudes y miedos (nunca un cgi ha sabido llorar tan bien), despertando una ternura que no todas las actrices de carne y hueso son capaces de crear.
Alita, ángel de combate, podría compararse a muchas distopías futuristas con romance adolescente de por medio de las que tato pululan por ahí últimamente, pero mientras cosas como Mortal Engines (otra con productor ilustre encabezando el proyecto) era un espectáculo visual vacío (incluso Ready Player One estaba más pendiente del homenaje que de la historia), aquí la historia de amor sirve para definir a los personajes en lugar de para entorpecer la acción, logrando ser un complemento ideal a la búsqueda de humanidad por parte de Alita, que lo único que quiere es saber quien es y de lo que es capaz. No busca la película sesudas interpretaciones filosóficas, por lo que tampoco corre el peligro en decepcionar al no hallar el camino adecuado como sucedía en la reciente versión de Ghost in the Shell, sino que todo es una especie de puzle en la que cada pieza encaja con una función concreta, construyendo a la Alita que debe llegar a ser al final de la película y con la que debemos encontrarnos en la esperada secuela.
Aparte de la ciborg adolescente, un buen puñado de grandes actores humanos hacen acto de presencia, y aunque quizá Jennifer Connelly esté algo encartonada en su personaje, tanto Christoph Waltz como Mahershala Ali están al nivel que se espera de ellos, agradeciendo en el caso del primero que al fin interprete a un personaje algo más amable de lo que suele ser habitual en él.
No voy a negar que en ciertos momentos no echara en falta la mano de Cameron tras las cámaras, no pudiendo evitar lo que la película habría llegado a ser si su implicación hubiese sido total, pero poco sele puede reprochar al bueno de Rodriguez que, en escenas como la de la competición deportiva, demuestra su buen temple en las escenas de acción, repartiéndolas alrededor de la película para que el ritmo narrativo no decaiga nunca.
No es una película futurista definitiva, pero sí un muy interesante primer paso hacia un futuro muy ilusionante. Veremos hasta donde nos llevan.

Valoración: Ocho sobre diez.

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