lunes, 15 de septiembre de 2014

LOCKE * (6d10)

Ivan Locke (un Tom Hardy en las antípodas del Bane de El Caballero Oscuro: La leyenda renace) es un eficiente capataz de obra cuya vida le sonríe. 
Es feliz con su mujer y sus dos hijos y está a punto de dirigir el volcado de hormigón más importante de Europa (sí, ya sé que así dicho parece una chorrada, pero por lo visto es una obra muy importante y delicada). Pero un desliz cometido hace siete meses va a provocar un vuelco en su organizada y agradable existencia, provocando que en una sola noche (en una hora y media, concretamente, exactamente lo que dura la película) todo lo que ha conocido se le pueda escurrir de entre los dedos.
Así a bote pronto este podría ser el argumente de un drama convencional, una película de interpretaciones sólidas y brillantes diálogos, con miradas de reproche y giros de acontecimientos. Pero la cosa cambia si explico que Tom Hardy es el único actor que aparece en el film (hay algún intérprete más, pero solo sus voces hacen acto de presencia) y que toda la acción acontece en el interior de un coche, durante el trayecto que hay desde la obra en la que trabaja Locke hasta Londres. Y es que Locke es en realidad una película casi experimental, un invento de Steven Knight (con Redención de Jason Statham como única película en su haber aunque un amplio currículo como guionista), que explora las limitaciones de un argumento basado exclusivamente en conversaciones telefónicas y con el rostro de Hardy como única arma.
Comparable a nivel conceptual con el Buried de Rodrigo Cortés, ambas comparten la sensación de claustrofobia que aprisiona y asfixia a los protagonistas, aunque en el caso de Locke la opresión es más a nivel psicológico y emocional y la angustia no traspasa barreras y atormenta al espectador ya que, si bien el protagonista no sale en ningún momento del vehículo, sí hay planos exteriores de la autopista, panorámicas con las luces del tráfico, coches adelantando… cosa que no se encontraba en la agónica obra de Cortés.
Knight consigue con mérito hacer interesante una historia narrada a fragmentos y sólo mediante conversaciones a tres bandas (con su familia, con la gente de su trabajo y con el hospital al que se dirige), aunque también es cierto que pasada la primera media hora el experimento empieza a perder gracia y, aparte de la curiosidad que pueda provocar saber si va a ser capaz de mantener el interés de la historia hasta el final, cansa ligeramente, dando la sensación de que la película es algo larga aunque su metraje real no alcance los noventa minutos.
Tiene el mérito, eso sí, que las constantes llamadas telefónicas presionan tanto al protagonista como al espectador invitándonos a participar en la trama sin tener apenas un segundo de respiro que nos permitan juzgar a Locke, dejando tales consideraciones para reflexionar sobre ello una vez concluido el film, aunque en su contra hay que señalar que los momentos de relleno (en los que se intenta justificar la actuación del protagonista mediante los traumas causados por su difunto padre) no terminan de convencer.
Interesante por su propuesta original, Hardy aguanta bien el tipo, pero ello no impide que esté lejos de la maestría que se le supone y el recurso narrativo, aún curioso, no alcanza a ser revolucionario.
Aceptable y entretenida, pero no para echar cohetes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario