jueves, 25 de septiembre de 2014

JOE (7d10)

Sin duda, lo que todo el mundo va a destacar de esta película es el retorno de Nicolas Cage al cine de calidad.
Después de mucho (demasiado) tiempo deambulando por producciones ínfimas y proyectos que aceptaba sin leer sólo buscando pagar sus deudas (de ahí mamarrachadas como las dos partes de El Motorista Fantasma, Aprendiz de brujo, Teniente corrupto y otras cosas que prefiero olvidar, Cage recupera sus credenciales como actor y recurre a un personaje atormentado, un perdedor con problemas de alcohol y agresividad pero que, a la vez, es más bueno que el pan. Un paria maltratado por la sociedad y por él mismo que ha perdido las fuerzas de luchar por su propia salvación aunque no duda en dar la cara por la salvación de los demás.
Cage es el rostro perfecto de este antihéroe, con una interpretación comedida, evitando los excesos a los que es tan dado (baste recordar la reciente Tokarev) y en la que resulta convincente y hasta emotivo, rememorando la época de Living Las Vegas.
Pero más allá de esta obviedad que, como digo, es lo único que todo el mundo de la crítica especializada parece querer reseñar, es sorprendente también la labor del director, David Gordon Green que, si bien es cierto que ya había tocado antes el drama con George Washington, Undertown o Snow angels, lo cierto es que ha saltado a la fama con títulos como Superfumados, El Canguro o la espantosa Caballeros, princesas y otras bestias. Gordon se reconcilia aquí consigo mismo y con el mundo con un drama duro, desagradable incluso, que no se permite concesiones y que golpea con salvaje crueldad al corazón.
Joe es un solitario capataz que se dedica al envenenamiento de árboles viejos para provocar su muerte y así poder replantar la zona cuya vida fuera del trabajo se limita a disfrutar de un paquete de tabaco, su botella de whiskie y la compañía de su perra.  Con un pasado del que apenas sabemos nada (ni falta que nos hace) más que tiene una larga lista de detenciones y una familia a la que ha renunciado, su vida cambiará con la aparición de Gary un muchacho vagabundo alegre y lleno de vida (prácticamente el reverso de Joe) con el que este se sentirá conectado hasta el punto de crear con él un vínculo casi de padre e hijo, pese a que Gary tenga su propio padre, un borracho y psicótico maltratador.
Es en Gary y su padre donde la película apuesta más fuerte, con Tye Sheridan (visto en El árbol de la vida y Mud) demostrando que puede ser una importante apuesta de futuro.
Comparada por muchos, precisamente, con Mud, Joe es un retrato sucio y nada amigable de la América profunda, esa América de pueblos polvorientos y sucios, con colmados caóticos y andrajosos y personajes perdidos pululando por sus calles. Una visión desangelada y desprovista del glamour con la que Hollywood acostumbra a disfrazar a sus ciudades y con escenas que revuelven el estómago e incomodan por su crudeza, pero que  a la vez invitan a la reflexión, invitándonos a pensar que aún hay esperanza siempre que estemos dispuestos a luchar por ella como al final decide luchar Joe.
Y como si de una dramática metáfora se tratase, David Gordon Green apostó por incluir en el reparto a actores no profesionales, descubriendo así a Gary Poulter, el padre de Gary, con una interpretación magistral que resulta ser un mero reflejo de su propia vida. Rescatado de un centro de acogida por la productora del film Poulter, alcohólico y bipolar, fue encontrado muerto en un rio poco después de finalizar el rodaje. Se fue como llegó, tal y como podría suceder con cualquiera de los protagonistas de Joe.
Dura y amarga, pero también emotiva y brillante, Joe es magnífica en su concepción y difícil de olvidar tras los títulos de crédito.
Por cierto, ¿he mencionado ya que supone el retorno de Nicolas Cage a las buenas interpretaciones

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