sábado, 3 de enero de 2015

COMO ACABAR SIN TU JEFE 2 (6d10)

Hace ya cuatro años Seth Gordon, directos básicamente dedicado a las comedias de televisión, consiguió un razonable taquillazo con la gamberra comedia Como acabar con tu jefe, en la que tres empleados machacados continuamente por sus respectivos jefes tramaban un descabellado plan para liquidarlos.
Pese a lo divertida que pudiera ser, la clave del éxito habría que buscarla, sobre todo, en su atractivo reparto y claro, en Hollywood el refrán popular que reza: cuando una cosa funciona, ¿para qué cambiarla? suele llevarse a rajatabla. Así, con el director como único cambio de cromos, se estrena la secuela de aquel simpático éxito que repite casting y esquema con eficacia.
De esta manera, nos volvemos a encontrar con Jason Bateman, Jason Sudeikis y Charlie Day repitiendo como el patoso trío de amigos que se ven abocados a la vía delictiva para solucionar sus problemas laborales. Y eso que esta vez parecían haber dado con la solución perfecta: ser sus propios jefes. Pero la cosa, por descontado, no podía salir bien, y cuando son estafados y quedan en la ruina sólo se les ocurre secuestrar al hijo del empresario que los ha hundido en la miseria para resarcirse. Las cosas, claro está, no saldrán según lo previsto y los disparates se van a suceder uno detrás de otro.
Pese a la premisa argumental que parte del pretexto completamente antagónico de la primera entrega (de ahí que en el título en español se sustituya la palabra “con” por “sin”), la fórmula se copia de forma tan milimétrica que repiten los mismos secundarios: Jennifer Alliston, Kevin Spacey y Jamie Foxx, sustituyendo a los difuntos (en la ficción) Donald Sutherland y Colin Farrell por Christoph Waltz y Chris Pine, que para que nadie note mucha diferencia también interpretan a un padre y un hijo.
La silla de dirección, en esta ocasión, la ocupa  Sean Anders, prolífico guionista de comedias en los últimos años pero de escasa repercusión hasta ahora como director. Da lo mismo. Igual podían haber dejado el puesto vacante. La película es de esas que se filman con el piloto automático puesto, en el que los actores se han hecho ya a los personajes y los desarrollan con una sana sensación de colegueo, contando con la simpatía de un público que tiene que ser fan de la primera película para que esta les funcione y dejando la necesidad de arriesgar para otra ocasión.
Si uno es poco exigente y acepta la premisa la película funciona bien, siendo en algunos momentos incluso más divertida que la primera. Y de eso se trata, de pasárselo bien sin buscar segundas lecturas, moralejas complejas ni diálogos excesivamente brillantes. Es, ni más ni menos, un culto a la estupidez. Y como tal, provoca las suficientes risas como para merecer su aprobado.
No es una genialidad. Ni lo pretende ni la mayoría de sus participantes aspiraría nunca a nada semejante, pero consigue una complicidad que hace que nos sintamos como uno más del grupo, dejándonos incluso con ganas de ver qué tontería se les ocurre para la tercera entrega.
A veces es sano ir al cine a reírse un rato sin más. Y esa es una de esas veces.

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