viernes, 18 de septiembre de 2015

MA MA (8d10)

El esperado regreso de Julio Medem a las pantallas después del tibio recibimiento que tuvo Habitación en Roma se ha saldado ahora con una disparidad crítica tan sólo comparable a los amores y odios que acostumbra a provocar Pedro Almodóvar, pese a que la propuesta de Medem sea a la postre (alucinaciones aparte) mucho más convencional que el cine del manchego.
Producida por Penélope Cruz, dueña y señora del film tanto a un lado como a otro de la pantalla, Ma ma cuenta la historia de Magda, madre recién separada y maestra en paro a la que detectan un cáncer de pecho. Con esta premisa es evidente que no estamos ante una comedia, pero el drama de Magda no está tratado tampoco bajo una tentadora sensiblería propia de un melodrama televisivo.
Quizá sea esta falta de recreo en el drama más descansado lo que ha indignado a sus detractores, pues Medem, tratando de distanciarse de forma consciente de la lágrima fácil dota a Magda de un sentido del humor muy negro que la ayuda tanto a ella como al espectador a superar el dolor.
Fácil de caer en comparaciones con Camino o la magnífica serie de televisión Pulseres Vermelles (Pulseras Rojas), Ma Ma trata sobre el cáncer, sí, pero no es una película sobre la muerte sino que, todo lo contrario, habla sobre el amor por la vida, las segundas oportunidades, la maternidad...
Ma ma es una dura y sobrecogedora historia de superación, pero también es un cuento de hadas, una fantasía bienintencionada y hermosa, un canto a la fe y a la esperanza.
Por motivos que no alcanzo a comprender, Pe puede pasar de ser desconsoladamente idolatra tanto como odiada sin causa aparente, y la aceptación de este film será un buen rasero para ello, pues pese a contar con el siempre perfecto Luis Tosar y la interesante aportación (tanto interpretativa como musical) de Asier Etxeandia (sin olvidarnos del joven Teo Planell, muy correcto también), ya he comentado que Ma Ma es Penélope Cruz, para bien y para mal. Ella es la que lleva la historia y copa casi todos los planos, es la esencia vital para todos los personajes que la rodean y el motor del estado de ánimo del espectador. Si ella funciona, la película funciona. Si no, no. Así de simple. Y a mi entender (que nunca he admirado especialmente a la actriz madrileña) la mujer está sublime.
La nota discordante la encuentro en Julián, ese ginecólogo al que no critico sus excentricidades musicales (yo mismo he conocido a alguno que dedicaba parte de la hora de visita en su consulta a contar chistes o enseñar fotos de sus vacaciones), pero si me rechina esa intromisión en la intimidad de Magda, esa facilidad para atravesar la barrera médico/paciente y convertirse sin saber bien cono en un miembro adoptivo de la familia, sin que se nos explique con claridad sus motivaciones personales (está enamorado, quizá, de Magda? Al menos, lo parece).
Detalles nimios como este aparte, la película consigue emocionar y estremecer, plagada de grandes hallazgos visuales propios de su director y recursos interesantes como el uso metafórico de la nieve o la natación de algunas secuencias desde el punto de vista del corazón de Magda.

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