El
esperado regreso de Julio Medem a las pantallas después del tibio recibimiento
que tuvo Habitación en Roma se ha
saldado ahora con una disparidad crítica tan sólo comparable a los amores y
odios que acostumbra a provocar Pedro Almodóvar, pese a que la propuesta de
Medem sea a la postre (alucinaciones aparte) mucho más convencional que el cine
del manchego.
Producida
por Penélope Cruz, dueña y señora del film tanto a un lado como a otro de la
pantalla, Ma ma cuenta la historia de Magda, madre recién separada y maestra en
paro a la que detectan un cáncer de pecho. Con esta premisa es evidente que no
estamos ante una comedia, pero el drama de Magda no está tratado tampoco bajo
una tentadora sensiblería propia de un melodrama televisivo.
Quizá
sea esta falta de recreo en el drama más descansado lo que ha indignado a sus
detractores, pues Medem, tratando de distanciarse de forma consciente de la
lágrima fácil dota a Magda de un sentido del humor muy negro que la ayuda tanto
a ella como al espectador a superar el dolor.
Fácil
de caer en comparaciones con Camino o
la magnífica serie de televisión Pulseres
Vermelles (Pulseras Rojas), Ma Ma trata sobre el cáncer, sí, pero no es una
película sobre la muerte sino que, todo lo contrario, habla sobre el amor por
la vida, las segundas oportunidades, la maternidad...
Ma ma es una dura y sobrecogedora historia de superación, pero también es un
cuento de hadas, una fantasía bienintencionada y hermosa, un canto a la fe y a
la esperanza.
Por
motivos que no alcanzo a comprender, Pe puede pasar de ser desconsoladamente
idolatra tanto como odiada sin causa aparente, y la aceptación de este film
será un buen rasero para ello, pues pese a contar con el siempre perfecto Luis
Tosar y la interesante aportación (tanto interpretativa como musical) de Asier
Etxeandia (sin olvidarnos del joven Teo Planell, muy correcto también), ya he
comentado que Ma Ma es Penélope Cruz,
para bien y para mal. Ella es la que lleva la historia y copa casi todos los
planos, es la esencia vital para todos los personajes que la rodean y el motor
del estado de ánimo del espectador. Si ella funciona, la película funciona. Si
no, no. Así de simple. Y a mi entender (que nunca he admirado especialmente a
la actriz madrileña) la mujer está sublime.
La
nota discordante la encuentro en Julián, ese ginecólogo al que no critico sus
excentricidades musicales (yo mismo he conocido a alguno que dedicaba parte de
la hora de visita en su consulta a contar chistes o enseñar fotos de sus
vacaciones), pero si me rechina esa intromisión en la intimidad de Magda, esa facilidad
para atravesar la barrera médico/paciente y convertirse sin saber bien cono en
un miembro adoptivo de la familia, sin que se nos explique con claridad sus
motivaciones personales (está enamorado, quizá, de Magda? Al menos, lo parece).
Detalles
nimios como este aparte, la película consigue emocionar y estremecer, plagada
de grandes hallazgos visuales propios de su director y recursos interesantes
como el uso metafórico de la nieve o la natación de algunas secuencias desde el
punto de vista del corazón de Magda.
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