domingo, 17 de enero de 2016

BENDITA CALAMIDAD: celestialmente divertida.

Bendita calamidad es, antes que nada, una novela humorística de Miguel Mena que podría haber encontrado su fuente de inspiración en el secuestro del futbolista del F.C.Barcelona Enrique Castro González “Quini”. Al fin y al cabo, trata de unos pobres desgraciados que, acosados por las deudas, deciden secuestrar a un personaje importante para poder subsistir.
Es Bendita calamidad también la última participación de Álex Angulo ante las cámaras. Volvía precisamente de ese rodaje cuando sufrió el accidente que le costó la vida y aunque su personaje tuvo que ser filmado de nuevo por su sustituto Luis Varela, toda la película es un homenaje hacia la figura de este gran actor.
Pero, por encima de todo, Bendita calamidad es la demostración de que querer es poder. Gaizka Urresti, ganador de un Goya al mejor cortometraje por Abstenerse agencias, ya se había basado en los textos de Mena para su corto Un Dios que ya no ampara y se enfrentaba ahora al desafío de levantar una película con un presupuesto casi irrisorio, prácticamente autoproducida, y que ha debido sortear la desgracia en forma de la perdida de Angulo antes de ver la luz. Ver la luz, eso sí, de forma muy limitada, ya que fuera de su Zaragoza natal es casi un periplo poder disfrutar de esta película en una sala de cine.
Pero palabrerías aparte, y ya entrados en materia, ¿qué es en realidad Bendita calamidad? Pues sin duda alguna una desternillante comedia que sigue las desventuras de dos perdedores, Anselmo y Ricardo, que ahogados por una deuda con unos matones y dejándose llevar por un manipulador (aunque tampoco demasiado espabilado) abogado secuestran a un importante arquitecto aprovechando las fiestas del pueblo para solucionar sus vidas gracias al rescate que esperan cobrar. Pero todo se complica cuando en lugar del arquitecto terminan llevándose al obispo de la región.
Aparte de la novela de Mena, se pueden notar en la película influencias cervantinas, siendo los hermanos protagonistas una suerte de Quijote y Sancho muy caricaturescos, aunque también podríamos asociarlos con la mayoría de personajes de los tebeos de Bruguera, que sin duda marcaron la infancia de Urresti igual que a toda una generación. De hecho, no son pocas las referencias al mundo del comic que se aprecian en la película.
Si nos fijamos en la pareja protagonista puede que los rostros de Jorge Asín y Nacho Rubio no resulten demasiado reconocibles (aunque el primero estuvo en Justi&Cía, donde estaba precisamente Álex Angulo, y al segundo lo hemos podido ver en varias apariciones en series de televisión), aunque junto a ellos hay un plantel de secundarios de mucho nivel, como Luis Varela, que realiza un trabajo impecable en el papel del obispo secuestrado, Carlos Sobera, en la piel del arquitecto de sospechosas intenciones,  Enrique Villén, el abogado que lo lía todo, o Juan Muñoz que interpreta a un policía determinante en el tramo final de la historia. Carmen Barrantes y Gorka Aguinalde (este último también con bastante recorrido televisivo) cierran el reparto.
La película, debido a su modesto presupuesto, se enfrena a la tesitura de estrenarse en salas aisladas y, mayoritariamente periféricas, un estreno casi marginal como corresponde a la mayoría del cine independiente de este país. Pero sería un error asociar cine independiente con cine de autor. Por más que la personalidad de Urresti esté tras la obra (el propio director es autor del guion), la película tiene todo lo necesario para ser un dignísimo producto comercial, una película sin más pretensiones que la de hacer pasar un rato estupendo a base de un humor blanco muy saludable y unos personajes torpes y algo idiotas pero con lo que resulta muy fácil encariñarse. Bueno, quizá una cosa si le falta para ser considerado un producto comercial: tener una televisión produciendo y, sobretodo, promocionando detrás.
Espero sinceramente que, como pasó con otros títulos invisibles como El mundo es nuestro, el boca/oreja ayude a hacer conocido este gran divertimento para que pueda llegar a más gente. No solo de palmeras y apellidos debe nutrirse el cine patrio, digo yo…

Puntuación: 8 sobre 10.

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