domingo, 17 de enero de 2016

LA CHICA DANESA: en busca de identidad.

La nueva película de Tom Hooper, ese realizador que destacara con The dammned united y que desde entonces cada película suya ha sido más floja que la anterior, aunque ha conseguido seducir a la crítica especializada de Hollywood que parecen fijarse siempre en sus trabajos a la hora de realizar las candidaturas para los Oscars, podría haber sido muchas cosas: un drama de época, una película reivindicativa y revolucionaria sobre el derecho a decidir, un ensayo sobre arte… Hooper parece querer tocar todos los palos a la vez y eso hace que su proyecto cojee por todas partes. Dijo en la presentación el artista que las tres primeras veces que leyó el guion no pudo evitar ponerse a llorar, pero no parece haber sido capaz de plasmar ese sentimiento en pantalla.
La chica danesa cuenta (aparentemente) la historia de Lili Elber, personaje histórico real considerado como el primer transexual reconocido. Lili, que en el film tiene el rostro y las muecas de Eddie Redmayne, nació como Einar Wegener, un aclamado pintor danés casado con la también artista Gerda Wegener. Lo que parece comenzar como un juego, un simple disfraz femenino para acudir a una fiesta sin ser reconocido, despierta deseos reprimidos en el interior de Einar que derivan en el convencimiento de que, pese a haber nacido con atributos masculinos, era en realidad una mujer. Sobre su transformación física y emocional en Lili se supone que versa esta película.
Y digo se supone porque, con evidentes similitudes con La teoría del todo, aquella edulcorada semibiografía de Stephen Hawking que también interpretó Redmayne, es también aquí el personaje de la mujer quien consigue dar el tono de la película. Alicia Wikander, actriz casi desconocida hace apenas un año y que en 2015 nos ha seducido con Ex machina, Operación U.N.C.L.E. y La chica danesa, es quien lleva en realidad el peso de la narración, por más que Hooper se empeñe en recrearse con escenas que muestran los cambios en la personalidad de Einar/Lili, algunas desgarradoramente hermosas y descriptivas, pero otras reiterativas y colmadas de una expresión demasiado exagerada por parte de Redmayne.
Un claro problema de la película es que es tanto la sutileza con la que está realizada, está tan edulcorada, que está más cerca de la comedia que del drama (esto no es sólo cosa mía; el público de la sala donde yo la vi reía en diversas escenas), tal y como sucedía en La teoría del todo, un humor y “buenrollismo” que va desinflándose hacia el final para devenir en un melodrama simple y previsible que carece de la fuerza necesario para emocionar. Así, La chica danesa fracasa en su intento de transmitir el sufrimiento de Lili por su dualidad con un Redmayne que roza la parodia (¿o será sólo que yo no trago al actor, nominado al Oscar como mejor actor y al Razzie como peor en el mismo año?).
¿Qué es lo que salva a La chica danesa y que justifica su visionado? La verdadera historia que oculta, desgarradora y cautivadora. Una historia no sobre la libertad y la tolerancia, como pretende Hooper, sino sobre el amor verdadero, incondicional y sacrificado, que una mujer puede llegar a sentir por su marido, aceptando con dignidad y sufrimiento el cambio y apoyándolo aun cuando ello conlleva su propio perjuicio. Un amor, dicho sea de paso, mucho más épico y férreo que el de la historia auténtica. Pero bueno, así es el cine.
Quizá porque Gerda es mucho más interesante y generosa que Einar/Lili, quizá porque Vikander tiene más talento que Redmayne o quizá porque la historia real no sea suficiente sustento para una película (siendo perfecta como carne de documental), La chica danesa no funciona en lo que tiene que funcionar, aunque consigue sostenerse con dignidad sin llegar a aburrir, aunque amenaza con hacerlo en un par de segmentos. Es como si, tal y como la protagonista, la misma película andase en busca de su propia identidad.

Puntuación: 6 sobre 10.

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