miércoles, 6 de enero de 2016

MACBETH + LA NOVIA: Las dos caras de una misma moneda.

Ha querido la casualidad que en mi propósito de aprovechar las escasas horas que me quedan de vacaciones navideñas para recuperar alguno de los títulos que me quedaron pendientes del año pasado, haya disfrutado de una sesión doble con dos películas que se me han antojado  tener muchas similitudes pese a lo diferente de sus argumentos. Y por eso, de forma totalmente excepcional, he decidido unir las dos opiniones en una sola entrada.
Macbeth y La novia supone dos revisiones extremadamente fieles a dos clásicos de la literatura europea: Shakespeare para los británicos y Lorca para los españoles. Casualmente han coincidido casi en cartelera (y también en diversos festivales, Sitges sin ir más lejos) dos producciones que han decidido respetar el texto original para componer a su alrededor dos películas hipnóticas y de gran poderío visual.
Apoyándose en sendas grandes interpretaciones protagonistas  (Michael Fassbender e Inma Cuesta), ambos directores han decidido centrar los relatos clásicos en mundos cargados de surrealismo onírico. La Escocia de principios del milenio pasado destaca en la película de Justin Kurzelm tiene un tono infernal que casa a la perfección con el descenso a los infiernos que sufre el protagonista, un Macbeth que tras asesinar a su rey movido por las manipulaciones de su propia esposa, termina enloquecido por sus propios remordimientos y las visiones de los muertos que ensucian sus manos de sangre.
De igual manera, aunque por causas diferentes, la locura de la novia (la adaptación de la obra Bodas de sangre de Federico García Lorca que ha dirigido Paula Ortíz) queda muy bien representada en los parajes desérticos y áridos que, en un toque irreal pero muy efectivo, están filmados en la Capadocia turca.
Macbeth es un poderoso guerrero cegado por el ansia de poder. Unas apariciones femeninas le advertirán de su destino, pero como suele suceder con los oráculos la interpretación de los mismos pueden devenir en la tragedia que se quería evitar.
La novia también es avisada de su funesto futuro por una aparición fantasmal  en forma de mendiga. Ella cae también en la locura, aunque en su caso lo que le mueve es el deseo y la falta de fortaleza para resistirse a sus propios instintos.
Como sea, ambas películas terminan siendo una reflexión sobre la obsesión y la venganza, agonizando sus historias en sangre y violencia desmedida, y aunque pueda resultar algo difícil entrar en ellas, una vez se acepta el juego que ambos directores proponen la experiencia resulta perturbadora y envolvente.
Dejando claro que las propuestas visuales son totalmente antagónicas (Macbeth es todo fuego y oscuridad, La Novia es luz y cielos infinitos), ambas propuestas parecen haberse puesto de acuerdo en el uso de planos ambientales, ralentización de imágenes y el uso de una omnipresente banda sonora que, aun radicalizando las diferencias culturales entre ambos países, suponen un buen complemento la una de la otra.
Una estupenda manera de empaparse de literatura fílmica clásica en una sesión doble muy interesante y alejada del clasicismo de otras épocas.

Puntuación: 8 sobre 10 (ambas).

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