domingo, 11 de noviembre de 2018

INFILTRADO EN EL KKKLAN

Pese a que el título en español, Infiltrado en el KKKlan, invite a pensar en una comedia disparatada, estamos en realidad ante la unión de Spike Lee y Jordan Peele en tareas de producción para narrar la historia real de Ron Stallworth, un policía negro que, en 1978, se infiltró entra las filas del Ku Klux Klan y desbarató un intento de atentar contra dos bares gays. En la película, en la que el director de Déjame salir finalmente solo produce y Lee es el encargado de coescribir y dirigir, se han tomado ciertas licencias, las justas para dotar de una narrativa más intensa al lenguaje del celuloide (el cambio más sustancial es en lo referente al atentado), pero ha mantenido los suficientes elementos reales para concebir otra de esas películas sobre una persona real que, de haber surgido de la mente de un guionista, sin duda consideraríamos como inverosímil.
Es decir, que estamos en la línea de El lobo de Wall StreetDolor y dinero, Barry Seal, etc. Pero claro, hablando de Spike Lee y del tema racial, la cosa no puede ser tan cachonda. Hay humor, sí, Un humor muy negro, además (y no, no lo digo como chiste fácil), pero este nunca llega a excederse lo suficiente como para ocultar la denuncia social y el retrato de una época y una realidad que, por más veces que la hayamos visto reflejada en cine, nunca nos sorprenderá lo suficiente.
La película cuenta con John David Whasington como protagonista, y aunque el no es demasiado conocido por estos lares, también se cuenta con la participación de Adan Driver (el Kylo Ren de la nueva trilogía galáctica), Topher Grace (el Veneno de Spiderman 3), Laura Harrier (Liz en Spiderman Homecoming) y un fugaz cameo de Alec Baldwin. Entre todos, dan sentido a esta absurda historia de un negro infiltrado en el KKK, consiguiendo carnet de socio de pleno derecho y entablando contacto con uno de sus lideres principales, todo ello por teléfono, eso sí. De haber apostado algo más por la comedia negra, estaríamos ante una de esas historias que se les da tan bien a tipos como los hermanos Coen o Martin McDonagh, pero como digo, Lee prefiere tomarse la cosa más en serio y llevárselo al terreno más personal, como demuestra ese epílogo final con imágenes reales de manifestaciones y disturbios raciales que, tras pasar un buen rato con la película, provocan una bajona anímica considerable.
La mayor virtud de Spike Lee, no obstante, es la de saber conjugar con acierto la comedia con el drama, sin caer en los excesos que suelen tener en ocasiones las películas de denuncias y apostando por una ironía bastante sutil (la representación de David Duke -líder del KKK- con un flequillo a lo Donald Trump es un ejemplo de ello) y mucho más efectiva que si se hubiese decantado por detalles más explícitos de otras épocas. Además, ya dispone de personajes suficientes para que puedan hablar por su boca sin necesidad de posicionarse más de la cuenta como director.

Valoración: Siete sobre diez.

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