jueves, 8 de noviembre de 2018

SMALLFOOT

Inevitablemente ligada a Los Minioms, cuyo éxito ha eclipsado incluso a Gru, personaje que los vio nacer, Illumination films, la filial de Sony encargada de los productos de animación, busca nuevas franquicias con las que expandirse, y esta Smallfoot podría ser un buen punto de partida.
De entrada, parte con los referentes típicos en estas pretensiones, la creación de una raza de seres aparentemente iguales, pero con sus rasgos distintivos que los hace únicos y con una personalidad bien definida, algo siempre a la estela de los eternos Pitufos de Peyo. Vamos, como son los propios Minioms o, buscando por otros lares, los gnomos de Gnomeo yJulieta, las hormigas de Antz o Bichos, los extraterrestres de Home o los trolls de… ejem… Trolls.
Además, parece que eso del bigfoot se ha puesto de moda, y en los últimos meses hemos visto varias películas relacionadas con el Yeti, aunque la vuelta de tuerca que aquí se propone es, como menos, simpática y original. En este caso, el “abominable hombre de las nieves” no es el ser monstruoso que habita en las alturas nevadas, sino al revés: para los Yetis, que viven pacíficos e ignorantes de lo que les depara el resto del mundo más allá de los límites de su aldea (definida por un campo de nubes tras las cuales se supone que existe la nada más absoluta, el ser abominable y amenazador es el hombre, figura legendaria a la que ellos llaman, ¿cómo no?, smallfoot, es decir, pies pequeños.
Más allá de esta gracieta inicial, la película aboga por tratar, de forma superficial, eso sí, algunos temas que pueden ser bastante relevantes y que, de haberse profundizado un poco, podrían invitar, incluso, al espectador más pequeño a un poco de reflexión. Las mentiras que el jefe de la tribu cuenta a sus compañeros con el propósito de mantenerlos a salvo del hombre bien podría verse como una metáfora de los secretos que la Iglesia (y hablo de Iglesia extendiendo el término a cualquier religión, más allá de la católica) ha guardado a lo largo de la historia para manipular a las masas a su conveniencia. Hay también una lectura oculta sobre los peligros del conocimiento (puede que un guiño a las políticas de censura de países como China) y la conveniencia del absolutismo del poder, en el que todo vale con tal de proteger a un pueblo de amenazas externas (¿alguien ha nombrado a Donald Trump?).
Pero más allá de estar interpretaciones que pueden ayudar a hacer más digerible la historia, en el fondo esto es una comedia en algún momento algo violenta para mi gusto (el humor de slapstick es algo abusivo en escenas como la bajada del protagonista al “mundo de los hombres”) que va de lo mismo de siempre: la amistad, el valor de la familia y la hermandad entre pueblos/culturas/razas diferentes.
Lo importante es que, con una animación correcta (no me gusta demasiado el diseño de los Yetis, pero eso ya es algo personal), la película resulta divertida y agradable de ver, y es suficientemente loca (lo que no le impide ser previsible también, ojo) para hacer reír a los más pequeños de la casa, que es de lo que se trata.

Valoración: Seis sobre diez.

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